Por: Gilberto Jiménez Carrillo

Un día del mes de julio de 1954, al ir cabresteando unos caballos rumbo al pueblito, acompañado de José Guerrero, al pasar por un lado de La Ferrería, observamos que había un fuerte militar que se había construido especialmente para la realización de una película, nos dimos cuenta y obsérvanos que había soldados formados. Asombrados por las inusuales escenas en aquellos lugares, nos acercamos y preguntamos qué hacía tanto militar en ese lugar… me contestaron que estaban filmando una película. Curiosos nos metimos al fuerte y en ese momento nos previnieron que no nos atravesáramos frente a las cámaras. Fue cuando observé a un señor parado en la puerta dando instrucciones a los que participaban en la cinta. Como desde ese tiempo ya tenía fama de preguntón, le dije a esa persona que si podíamos pasar por donde andaban todos los que actuaban en la película. Sin más me preguntó: ¿Quieres trabajar? Sí, sí, contesté. Quise dejar encargados mis caballos, pero la persona de nombre Mauricio Rojas me dijo que con todo y caballos; después de eso le ordenó a su asistente que nos caracterizaran como vaqueros y una vez vestidos con sombrero texano y ropa western. Una vez disfrazados mi amigo José y yo pasamos al interior del fuerte, Mauricio nos dijo por dónde deberíamos de pasar y en qué momento frente a la cámara. Lo hice todo espantado, pero a la vez emocionado. En un momento clave la mirada en el director de la película, que después supe era ni más ni menos que Robert. D.Webb que gritaba en inglés la clásica orden ¡silencio todo el mundo! ¡Silencio todo el mundo! ¡Cámara, acción! Y ahí vamos caminando muy giritos mi compadre José y yo. Pasamos junto a la cámara y escuchamos la orden de ¡corte! One more, gritó el director. Lo hicimos por segunda ocasión obedeciendo en todo momento a quién nos dio esa oportunidad. Al término de la segunda participación apareció otra persona que nos dio la orden que dejáramos la indumentaria y los sombreros, pues ya habíamos terminado. ¿Cómo que ya terminamos, ya no vamos a hacer nada? No señor, ya terminamos la escena. ¿Cómo que ya terminamos, tan poquito? Si nomás dimos dos pasadas y eso de espalda, no la friegue no se vale. Entonces aquel hombre me recomendó que por la tarde de ese día fuéramos al hotel Roma y preguntáramos por Mauricio Rojas que era el jefe de reparto. En la tarde me presenté en el hotel preguntando por él, pero fui solo, sin mi compadre José. Don Mauricio me reconoció y me preguntó por mi amigo, de inmediato y sin muchos rodeos, me dijo ¡tienes llamado a las siete de la mañana y no me vayas a fallar! Al siguiente día me vistieron de gambusino y anduve arriba del fuerte de allá para acá, y días después tuve otras pequeñas participaciones. Esa fue la primera incursión en el cine western en Durango en la que compartí y participé en la película Pluma Blanca, una hermosa historia donde un oficial del ejército norteamericano se enamora de una india Cheyenne poniendo en jaque la misión de paz que llevaba consigo la caballería de los Estados Unidos con los indios cheyennes de Wyoming. La película fue protagonizada por Robert Wagner y Debra Paget. El relato anterior es el testimonio del stun man, actor, y director de cine Hernando Name, que por mucho es considerado el centauro del cine y quien más sabe de esta industria en Durango. Email:[email protected]