Por: Eduardo Ortega Solano

 Este 2 de junio del 2024 se elegirán más de 20 mil cargos a nivel local y federal, el padrón electoral en México rebasa los 100 millones de votantes, siendo una mayoría los jóvenes de 18 a 29 años. A pesar de la trascendencia e importancia de este proceso, son precisamente los jóvenes los que menos votan, y no obstante el exacerbado optimismo de las autoridades electorales respecto a la participación ciudadana, no ha existido un trabajo o motivación del INE que pueda cambiar la inercia de participación que oscila entre el 58 al 63 por ciento que hemos tenido del año 2000 a la fecha, es decir, los últimos cuatro procesos electorales en los que hemos elegido presidente.

En mi entrega del lunes pasado en este mismo espacio, contemplé la alta posibilidad que el “primer debate presidencial” fuera insulso, ocioso y que poco abonaría a incentivar el voto, sin embargo, me quedé muy corto. Los candidatos no quisieron o no tuvieron tiempo de contestar, Xóchitl asegura que el formato fue modificado. El INE afirma que las preguntas eran muy buenas, pero, aunque así fuera la avalancha de las mismas impidió que tuvieran respuesta en una bolsa de tan solo cinco minutos. El debate tuvo un costo de cerca de 12 millones de pesos, y esto tan solo en instalación del set y producción. El recinto, tiempo de televisión y moderadores no tuvo costo. Se realizaron paneos innecesarios como si de un “reality show” se tratara, buscaron descubrir el hilo negro y fallaron en cosas tan sencillas y fundamentales como el buen funcionamiento del cronómetro.

El INE pretende disculparse con el argumento de buscar sanciones para la casa productora, pero advierten que pese a fallas no cambiará el formato. Para muestra un botón, y esto es solo un ejemplo de lo mucho que hace el INE para inhibir de forma voluntaria o involuntaria la participación ciudadana. No bastó que fueran permisivos con las campañas adelantadas y las carretadas de dinero que se mueven bajo la mesa y sin control, esto entre muchos yerros más. Todo esto provoca la decepción y el abstencionismo. Se le olvida al INE que parte fundamental de su trabajo es fomentar la participación ciudadana, y aunque la promueven de palabra, en acciones se contradicen. Por supuesto que esto es una responsabilidad compartida con los partidos políticos, pero ese es un tema que veremos en otra ocasión.

En anteriores procesos, los candidatos presidenciales se constituyeron en el motor de las campañas, jalando candidatos a senadores, diputados federales y locales, sin embargo, ahora dislates y pifias se han convertido en una carga. A partir del 10 de abril que iniciaron los abanderados locales, se sienten las campañas, hoy toca a estos candidatos impulsar el proceso federal. Cada entidad federativa tiene sus bemoles, características propias y diferencias. Por ejemplo, en Durango hemos mencionado que el gobernador puede ser factor de contención para un posible “tsunami morenista”, pero no solo eso, en Fuerza y Corazón por Durango se ve unidad y no lo digo tan solo como una expresión.

Por tercera ocasión, PRI, PAN y PRD van unidos, cada vez se ve más normal la alianza que otrora se consideró antinatural, hoy son Gobierno y aliados legislativos. En la Cuarta Transformación es diferente, el PT lleva candidatos propios, lo mismo el Partido Verde en cinco de los seis distritos de la capital, Morena solo va aliado en el segundo distrito con el Verde. Tres candidatos se arrogarán la titularidad de la Cuarta Transformación, esto por supuesto que no solo dividirá el voto, sino que además buscarán meterse el pie.

El triunfo de la candidata a la presidencia se definirá por las candidaturas locales, en nuestro estado Fuerza y Corazón por México tiene la ventaja, ¿pero… en los 31 estados restantes?