Por: Eduardo Ortega Solano

Existe un viejo adagio que dice “Dime con quién andas y te diré quién eres”. ¿Quién no recuerda esa recomendación ancestral de nuestra infancia? “Cuídate, hijito, de las malas compañías”. En nuestros años mozos, la advertencia materna era clara: mantenernos alejados de quienes les pegaban a las niñas, de los bravucones, de los pendencieros, de los jactanciosos, de los mañosos, de los pillos, de los ladronzuelos, de los embusteros y de los engañadores, entre otros muchos. Una manera de reconocerlos era observar su comportamiento, pues para ocultar sus tropelías se autodescribían como niños buenos y muy decentes. Incluso, producto de sus más escondidos traumas, se creían impolutos y diferentes, y cuando lo afirmaban, adoptaban un tono de superioridad.

Sin embargo, habría que recordar que “árbol que crece torcido, jamás su tronco endereza”. Esos otrora infantes han crecido y muchos de ellos pululan o ya están inmiscuidos en la política, que se ha convertido en tierra fértil para que continúen con sus desmanes. Desafortunadamente, muchos comulgan con la falaz afirmación de que en política “todo suma”, sin embargo, estos sujetos, de forma natural, dividen y restan. Se convierten en impresentables, en un lastre que, con el solo hecho de aparecer en una boleta o planilla, inhibe el voto a su favor.

Es por eso que los candidatos a alcaldes de todos los partidos políticos en los 39 municipios de nuestra entidad federativa deberán marcar su raya con los impresentables. Y no me refiero solamente a quienes pudieran acompañar a los candidatos en la planilla, aunque fuera en los últimos lugares. También deberán tener cuidado con quién se retratan, pues una simple fotografía podría tener un efecto demoledor. No deben olvidar que “una imagen dice más que mil palabras”. Resulta paradójico que los mismos aspirantes que buscaron fotografiarse con personajes nacionales para generar la percepción de ser los ungidos aparezcan ahora, sin el menor resquemor, con individuos que tienen un amplio rechazo social.

Todas las elecciones son diferentes, y la que estamos viviendo en Durango en este 2025 no tendría por qué ser la excepción. La capital se convierte en el epicentro de este proceso, y el actuar de los candidatos capitalinos tendrá resonancia en todos los municipios. En la boleta aparecerán tres partidos nuevos que, si bien es cierto que serán solo testimoniales, en una elección cerrada el porcentaje que obtengan podría inclinar la balanza. Aunque Morena, como partido, es la primera fuerza política en el estado, la alianza PRI/PAN siempre ha obtenido el triunfo en la capital, por lo que se perfilan como el enemigo a vencer.

La candidatura de Toño Ochoa, ahora buscando la reelección, es más fuerte que en la primera ocasión, pues ya es un alcalde probado. El Hospital del Niño, el presupuesto participativo, la pavimentación, los comedores comunitarios, entre muchas otras acciones, lo respaldan. Por eso nunca se vio una mejor opción para la candidatura que el actual alcalde.

La fortaleza de José Ramón Enríquez es Morenay, por supuesto, su propio trabajo como galeno. La presencia de López Beltrán abonará a su campaña. Él siempre ha sido el ganador de las encuestas de la #CuartaTransformación, pero su talón de Aquiles está en sus propios correligionarios: se percibe poca unidad y mucha simulación. El apoyo del PT y del propio Gonzalo brillan por su ausencia.

El punto débil de Pancho Franco es que es el menos conocido. Sin embargo, entre quienes lo conocen, no tiene puntos negativos, algo muy difícil en política. Una de las mayores fortalezas de MC es el marketing político, por lo que pueden convertir a Pancho en una opción fresca, inteligente y de propuestas, y, sobre todo, sin cola que le pisen.

Sin embargo, todos deberán alejarse de los impresentables, que no ayudan a ganar, pero sí pueden hacer perder.