Por: Gilberto Jiménez Carrillo

Ella lo hizo el primero de octubre, él nueve días después, el 10 de octubre, para ser exactos. El General se convirtió en el primero y la Doctora también fue la primera. La diferencia entre la toma de posesión de uno con respecto del otro son 200 años, ya que Guadalupe Victoria tomó protesta en 1824, mientras que Claudia Sheinbaum Pardo lo hizo en el 2024. Concluido el asunto de la Constitución de 1824, el Soberano Congreso se dedicó a elaborar el procedimiento legal para la toma de posesión del presidente de México programada para el 10 de octubre.

A las 12 del día se presentaron, en Palacio del Congreso, el General Guadalupe Victoria y el General Nicolás Bravo. Entraron al salón acompañados por los secretarios del Congreso, enseguida ambos se acercaron a la mesa y prestaron juramento, primero el presidente y enseguida el vicepresidente. Concluido el acto, el presidente subió al solio acompañado del congreso dirigiéndose a los diputados en un histórico discurso. Guadalupe Victoria tuvo para sí el honor de ser el Primer Presidente de la República Mexicana, un puesto que, más allá del digno nombre, representaba el triunfo de los ideales de una nación independiente.

La presidenta de México es una de las profesionales más sólidas de América Latina sobre sistemas de predicción, monitoreo y control de contaminación y daños ambientales; asesoró a organizaciones de varios países, participó en proyectos complejos de la ONU, uno de los cuales ganó un premio Nobel de manera colectiva, y publicó docenas de textos científicos para la comunidad internacional. Al igual que José Miguel Ramón Adaucto Fernández Félix, con la doctora al frente del poder ejecutivo están garantizados los resultados en tiempo y forma.

La obra del General Guadalupe Victoria es muy extensa. Se convirtió en el primer gobernante de un sistema diferente a los que habían prevalecido desde Hernán Cortés. Después de 300 años de dominación española impuestas por las armas y la religión, Guadalupe Victoria se dedicó a gobernar una naciente nación. La grandeza de este insurgente se engrandece porque convirtió su trabajo de presidente en un apostolado.

En este momento, México es una de las muy contadas naciones cuyo gobierno goza de una popularidad inequívoca, situación que no es producto de la casualidad, sino de muchos factores que en los últimos seis años le cambiaron el rostro al país, proyecto del que la doctora Sheinbaum Pardo formó parte, razón por la cual arrasó en las elecciones presidenciales.

Marco Tulio Cicerón decía que quien olvida su historia está condenado a repetirla. El presidente Guadalupe Victoria fundó y construyó la República; Benito Juárez García la restauró y Francisco I. Madero González la llevó a la democracia, mientras que el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador encabezó la cuarta trasformación de la República. La capacidad, la fuerza y la perseverancia de la primera presidenta de México harán posible la construcción del segundo piso de la Cuarta Transformación.

Los mexicanos estamos en buenas manos, pues el éxito de la doctora Claudia Sheinbaum será el éxito de todos. Cuando pienso en José Miguel Ramón Adaucto Fernández Félix y en la doctora Sheinbaum Pardo, no puedo evitar imaginarme a dos seres humanos excepcionales de buena estampa y presencia, sentados frente a su escritorio en Palacio Nacional, trabajando hasta altas horas de la madrugada, firmando y revisando papeles y documentos, pero, sobre todo, pienso en lo que significa la patria para ellos. México queda en manos de una mujer que se ha descrito como alguien que toma decisiones a partir de datos, no de intuiciones, definición misma del pensamiento racional. El mismo mes, pero con 200 años de diferencia, un magnífico preludio que avizora que la doctora Claudia Sheinbaum será una gran presidenta.

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