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Diálogo en los infiernos entre Maquiavelo y Montesquieu (primera parte)

10/08/2024 - Hace 1 mes en Durango Estado

Diálogo en los infiernos entre Maquiavelo y Montesquieu (primera parte)

Zona de Debate | 10/08/2024 - Hace 1 mes
Diálogo en los infiernos entre Maquiavelo y Montesquieu (primera parte)

Por: Gilberto Jiménez Carrillo

 

Publicado en Bélgica durante 1864, el ensayo “Diálogo en el Infierno entre Maquiavelo y Montesquieu” tenía como objetivo principal el denunciar, de manera velada y harto satírica, los haceres del régimen imperial de Napoleón III. Su autor, Maurice Joly (1829-1878), un abogado francés, buscaba desde luego el que su escrito repercutiese al interior de Francia. Este es un libro duro, pero necesario. Es un libro que nos descubre sin tapujos y sin poesías la realidad de la política de todos los países y de todas las épocas. Es una obra para abrir los ojos, para quitarnos la venda y darnos cuenta de lo que se gesta a nuestro alrededor, de cómo funcionan nuestros gobiernos y por qué funcionan así. Este libro es peligroso, porque, al igual que “El príncipe” de Maquiavelo, es también un manual — y les aseguro que muy utilizado — para las élites políticas, porque de lo que aquí se habla no ha perdido nada de actualidad. Es un catálogo de duras verdades, son verdades sobre el ejercicio de poder en el Gobierno, sobre los políticos, sobre sus sucias manipulaciones y sobre cómo la gente, los gobernados, nos hemos convertido solo en patéticos borregos que alegres entregamos en sus manos unas responsabilidades que son de todos. Y claro, con esas responsabilidades — que, por cierto, no cumplen — también vienen privilegios que no querrán abandonar.

Enseguida comparto tan solo algunos de los diálogos o conceptos que se mencionan en esta obra para que el lector los revise, los compare con la actualidad y saque sus propias conclusiones. Los gobiernos no pueden ser taumaturgos (personas que practican la magia) y asegurar la felicidad a todos, ya que ello significaría volver a la época en que los pueblos eran gobernados desde el cielo por dioses hechos a la imagen del hombre. Es de la podredumbre de donde nacen y se alimentan los gusanos. De ahí que los problemas de la libertad anden descuidados y abandonada su vigilancia por la ciudadanía, la cual es atraída preferentemente por preocupaciones materiales. Seré como Alejandro VI y el duque de Valentinois, de quienes se decía que el primero “jamás hacia lo que decía”, y el segundo “jamás decía lo que hacía”. Cuando los pueblos cometan faltas, serán castigados como hombres que pecaran contra la ley moral. No destruiré directamente las instituciones, sino que les aplicaré, una a una, un golpe de gracia imperceptible que desquiciará su mecanismo. De este modo iré golpeando por turno la organización judicial, el sufragio, la prensa, la libertad individual, la enseñanza.  En los países parlamentarios, los gobiernos sucumben casi siempre por obra de la prensa; pues bien, vislumbro la posibilidad de neutralizar a la prensa por medio de la prensa misma. Puesto que el periodismo es una fuerza tan poderosa, ¿sabéis qué hará mi gobierno? Se hará periodista, será la encarnación del periodismo. La prensa ejerce en los estados funciones semejantes a las de vigilancia: expresa las necesidades, traduce las quejas, denuncia los abusos y los actos arbitrarios… El clero debe sostenerme, pues mis principios de autoridad son también los suyos. Si se mostrase rebelde… Podría provocar en el seno de la Iglesia un cisma… Haría hablar a mi prensa, a mis publicistas, a mis políticos en el siguiente lenguaje: “El cristianismo es independiente del catolicismo; lo que el catolicismo prohíbe, el cristianismo lo permite. Hablando en términos abstractos, la violencia y la astucia ¿son un mal? Sí, pero su empleo es necesario para gobernar a los hombres, mientras los hombres no se conviertan en ángeles. Cualquier cosa es buena o mala, según se la utilice y el fruto que dé. Del hartazgo de las ideas y de los encontronazos revolucionarios han surgido sociedades frías y desengañadas indiferentes en política y en religión, cuyo solo estímulo son los goces materiales, que no viven más que por interés, cuyo único culto es el del oro, y cuyos hábitos mercantiles rivalizan con los de los judíos, que han tomado por modelo. Los romanos designaban con una palabra bellísima, de pujante energía: la dictadura. Es decir, que puedo en este momento hacer todo cuanto quiero, que soy legislador, ejecutor, juez y jefe supremo del ejército.

 

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