POR: EDGAR BURCIAGA

Para los muy creyentes, esta época es de reflexión, de luto y de guardar, pero para los que no se guardan ni se guardarán nada en estos días, es la clase política del estado y del país, que andan en pos de los votos de los ciudadanos que acudirán a las urnas el próximo 2 de junio.

Son días que los candidatos no pueden desperdiciar, por los que ya están de lleno en busca de las preferencias ciudadanas y aquellos que en los próximos días iniciarán sus recorridos por las áreas que corresponden a sus diputaciones locales.

Por eso, en esta época de reflexión no podemos dejar de pensar en política, porque a ella pertenecen los sucesos que acontecieron hace más de dos mil años en la historia de Jesucristo. Primero, su sacrificio público en la cruz y, después, las razones de su persecución.

La Pasión no es otra cosa que la narración del linchamiento de una víctima, por lo que se convierte en un antecedente para todos los perseguidos, desde las brujas quemadas hasta los seres humanos en los campos de exterminio, lo que ha sido ejemplo trágico en la historia de la humanidad.

Son día de reflexión, según la Iglesia, pero de diversión y descanso, según la lógica de mucha gente, pero la clase política no para, sobre todo ahora que hay campañas políticas y que en medio de un importantísimo proceso electoral, que en este año será el más grande de toda la historia de México, con la elección de más de 20 mil puestos de elección popular.

Por eso, no hay día en que no salgan, que no haya declaraciones y eventos para tratar de llamar la atención de los electores, aunque por las fechas sin duda habrá quienes quieran tomar los papeles de Jesus, Judas, Pedro o Poncio Pilatos, de acuerdo al papel que les represente mayores ganancias.

La reflexión está en el sentido de nuestras acciones, como individuos y como sociedad, porque hay quienes sienten que exterminar al otro, resuelve el dilema planteado por la diferencia, pero lo más grave, en el linchamiento, nadie sabe por qué lo que hace.

Muchos políticos chocan con el escándalo como lo haríamos con una piedra, repetimos el movimiento de quien cojea, de quien va renqueando: vamos y venimos, nos alzamos y volvemos a caer, aunque lo que veamos nos repugna, nos atrae, el martirio se convierte en un espectáculo porque nos atrae el dolor ajeno.

Dejemos a un lado la mentalidad de guerra al pensar que yo estaré mejor si el otro desaparece, o bien, considera que hay algo que compensa lo que sea que sufro en mi propia existencia si veo cómo torturan y eliminan a otro, dejar de fomentar la destrucción porque eso nos congrega en estos días.

Que en este periodo de campañas el camino del Viacrucis no se convierta en un sendero de destrucción o de violencia, sino que sea un motivo para ser mejores e impulsar nuestro carácter como seres humanos y no tener para eso que esperar entonces a entrar al reino de los cielos.

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