Por: Edgar Burciaga

La política es la gran herramienta para la emancipación de las clases subalternas, su uso como palanca de enriquecimiento personal o para sufragar la posición electoral de las diversas camarillas mafiosas es algo que inmediatamente nos sitúa ante una inmoral realidad.

En una panorámica mundial, en la fase de la globalización neoliberal, vemos a un nuevo asalto del ámbito político por parte de los grupos económicos de poder mediante diferentes formas, a quienes no les valen ni instituciones pensadas para proteger sus intereses ni profesionales de la política fieles servidores de los mismos.

Este es un paso más para gobernar directamente a través tratados comerciales internacionales que depositan el poder regulador en las multinacionales y lo restan a los Estados, con la ocupación física de carteras relacionadas con sus intereses particulares en el caso norteamericano, a través del control de los sectores claves de la economía nacional por parte de ejércitos y partidos gobernantes en buena parte del mundo, son una muestra del sinfín de modalidades de saqueo de los bienes comunes y de las arcas públicas en beneficio de la oligarquía.

Así, se registra el asalto al erario público, porque desde los gobiernos se reproduce, alimenta y ampara el saqueo de los recursos públicos y de los bienes comunes en cascada en todos y en cada uno de los niveles de la administración hasta el local.

Ejemplos de intromisión hay muchos, basta con mirar a todas partes para darnos cuenta que las empresas influyen no solo en las decisiones políticas, sino que también son determinantes para que se lleven a cabo políticas públicas de los gobiernos, sea del nivel que sea.

No es solo el índice mercantil o de generación de recursos, sino a veces para o perder el control se utilizan las relaciones personales, desde si los políticos están casados o divorciados, si son amigos de escuela y familiares, o lo más utilizado en los últimos meses, como señala la canción “los amigos de mis amigos son mis amigos” y vaya, que son amigos.

Así, podemos ver que los defensores del liberalismo económico han vinculado sus intereses y negocios a la suerte de bienes y servicios públicos, aprovechándose de sus cargos políticos, con un acomodo dentro de la estructura gubernamental con amigos y familiares sin mayor experiencia ni competencia en las tareas encomendadas y con bandera de nuevos emprendedores, que se han convertido en beneficiarios de los recursos públicos, creando redes de influencia, lealtades e intereses que procuran trabajos y oportunidades de negocio para unos cuantos.

Esperemos que, por esta ocasión, el panorama sea diferente en Durango, y que en el interés de los candidatos que buscan su posición para ser defensores del pueblo tomen en cuenta el interés superior de los ciudadanos y que ahora sí dejen a un lado sus intereses personales en beneficio de la sociedad en su conjunto.

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