Por: Edgar Burciaga

Los políticos celebran las fiestas decembrinas junto a sus familias o algunos en sus precampañas rumbo a las elecciones de 2025, quienes manifiestan sus deseos a través sus redes sociales para compartir cómo festejan estos días.

Con motivo de la temporada navideña, la lista de regalos que pueden recibir los políticos no da para grandes sorpresas, en muchas ocasiones, de acuerdo a la ley, debe ser algo útil y darse en un ambiente de transparencia. Hay quien declara hasta los llaveros, pero muchos de los personajes que se involucran en este ámbito esperan para el próximo año estar en la lista de las candidaturas a presidencias municipales, sindicaturas o regidurías, eso sin contar la elección del Poder Judicial para magistraturas y juzgados, tanto a nivel local como federal.

Por eso, según la Ley de transparencia, los altos cargos de las administraciones no pueden aceptar “regalos que superen los usos habituales, sociales y de cortesía”, aunque quien más regalos recibe desde que asumió el cargo es quien más cerca está del pueblo, de ahí que haya quien presuma libros, aunque también le han entregado objetos que ya fueron obsequiados a su antecesor, como aquella anécdota de la caja de champaña que se enviaba a cierta oficina cada año.

Por eso se debe considerar que los políticos muestren su felicidad en esta época, con códigos incomprensibles, porque raramente muestran signos de la depresión invernal que afecta a muchos ciudadanos comunes durante estas fechas. En su mundo aparte, parece que la felicidad navideña es un requisito del cargo, incluso, desde antes de llegar a ocuparlo.

Durante muchos años en Navidad y Año Nuevo, las líneas telefónicas se saturaban, obligándonos a planificar nuestras llamadas con antelación, donde los políticos luchaban por encontrar su momento estelar en la televisión para enviar felicitaciones navideñas, como si a los ciudadanos les interesara recibir buenos deseos de quien está en el poder.

Hoy, gracias a la comunicación digital, tanto políticos como los ciudadanos pueden enviar mensajes instantáneos, en un bombardeo constante de felicitaciones políticas no solicitadas, con el ánimo de agradar a los ciudadanos, mientras que otros incluso van más lejos, al enviar presentes para llamar la atención y obtener algún favor.

Este año, habrá quien trate de proyectar su mensaje en valores como la solidaridad, la paz y la esperanza, otros enlazarán la Navidad con el amor, haciendo una referencia al nacimiento de Jesús; mientras otros optarán por hablar de unión, solidaridad y el trabajo conjunto por el futuro, añadiendo un sutil toque económico a su mensaje.

Sin embargo, en cuanto a retórica, estos mensajes resultan ser tan frescos como un arbolito de Navidad de plástico y este año no será la excepción, donde los discursos, plagados de clichés, revelan una notable falta de creatividad y muestran la pobreza del lenguaje político actual y su incapacidad para movilizar emociones en una época tan emotiva como la Navidad.

Los políticos deben estar felices en Navidad, especialmente al recibir sus jugosos aguinaldos, aunque a veces intentan que sus gobernados piensen que aún son humanos y no seres sin alma. Después de todo, eso es lo que suelen ser los políticos, en un mundo donde la felicidad navideña es solo otra línea en el guion, una más de las muchas que recitan durante su carrera.

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