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FLORES PARA UNA MUJER

08/03/2025 - Hace 5 días en Durango Estado

FLORES PARA UNA MUJER

Zona de Debate | 08/03/2025 - Hace 5 días
FLORES PARA UNA MUJER

POR: IVÁN RAMÍREZ M.

Ella fue conquistada con flores y palabras bonitas que nublaron sus ojos y le bajaron la guardia a su sexto sentido.

Don Héctor era un hombre íntegro de extracción humilde y apreciado por la gente que lo conocía, pues su nombre era sinónimo de trabajo y cortesía, al igual que su esposa, Josefina. Tenían una hija llamada Irene, quien todos los días los visitaba hasta que se casó con Francisco, alias “el pinacate”; un hombre aparentemente amable y reconocido en el barrio por ser bueno pa´los trancazos.

Con el tiempo Irene dejo de visitarlos seguido sea por enfermarse con cierta periodicidad o cuestiones de trabajo. Pero cuando iba, los padres la notaban diferente, no era la misma y por más que le preguntaban si tenía algún problema, ella se reía de manera despectiva o se enojaba ante los cuestionamientos.

Fue un día que Irene llegó y su padre, al abrazarle fuerte, alcanzó a percibir en ella una sutil mueca de dolor. Don Héctor hizo su cabeza hacia atrás para verle a los ojos, pero Irene bajó la mirada; volvió a abrazarla ahora sin soltarla, y entonces ella dejó caer su cuerpo, clavando su rostro en el pecho de Don Héctor.
Lloró sin poder detenerse, como cuando era niña y su padre le soplaba una herida en su rodilla; lloró volviendo a mojar de lágrimas y mucosidad esa vieja camisa de lana con olor a lavanda, zurcida de la bolsa y quemada de la manga. Aun así, nada dijo de su situación.

Don Héctor empezó a investigar con los vecinos de Irene, enterándose del maltrato que sufría por parte de Francisco “el pinacate”. La furia le sacudió de golpe sus 75 años y no supo cuántas calles o semáforos pasó, ni cómo llego hasta su casa y tomó la “Colt .45” del buró.

Llego hasta con Irene, quien por la sorpresiva visita no tuvo tiempo de vestirse con alguna prenda que pudiera ocultar los moretones en su cuerpo. Francisco “el pinacate” asustado por el fuerte llamado que Don Héctor le hacía, salió del cuarto encontrándose con el cañón de una escuadra y el pulso firme de un padre empuñándola. “El pinacate” pálido y con las piernas flácidas, suplico que no disparara al tiempo que tomaba a Irene de los hombros para cubrirse con ella. Irene empezó a pedirle a su padre que no lo hiciera y Don Héctor solo esperaba el ángulo perfecto para jalar del gatillo mientras decía – ¡hágase a un lado mija!- y a francisco “el pinacate” lo retaba – ¿¡A ver si muy hombre ca…!?- Al final Don Héctor no pudo disparar por temor a herirla.

Irene se alejó del “pinacate” un par de meses, pero regreso con él ante la promesa de haber cambiado.
Hoy, Irene descansa por fin, donde el puño del “pinacate” no llega, y sus padres le llevan flores cada día de su cumpleaños y cada 2 de noviembre.

 

 

 

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