Greguerías gregarias
Por: Juan Francisco Arroyo Herrera
En aquellos tiempos, si la fortuna le daba la oportunidad de ingresar al Servicio Público vilipendiado por pópolo, que le llamaba con ironía “la burocracia”; si llegaba a los cuatro, cinco, seis, siete, ocho o quince años, el Instituto de Seguridad Social de los Trabajadores del Estado y su fondo (FOVISSSTE) le hacían ver su suerte para pagarle una pensión o reintegrarle lo acumulado en su antigüedad. No se diga el seguro de vida, usted valía menos que un puñado de cacahuates ya que la indemnización por partir de este mundo era irrisoria, lo mismo que el famoso pago de marcha (traducido a los usos coloquiales son los gastos funerarios).
¡Ah!, pero a partir del dos mil, particularmente en las paraestatales, las prestaciones andan por los cuernos de la luna. Figúrese usted, por ser un caso reciente, el malogrado Carlos Fernando Márquez Padilla duró cuatro meses trabajando en Pemex, hasta que tomó la fatídica decisión de privarse de la vida. No obstante, la señora María Amparo Cazar Pérez, que por cierto ya se encontraba divorciada de él, recibió por concepto de pago de seguro de vida 17 millones de pesos, así como una pensión vitalicia por viudez de 120 mil pesos, el pago de la educación de los hijos en una prestigiosa universidad privada y su despensa.
Investigaciones recientes de carácter legal de la paraestatal condujeron a la conclusión de que el pago había sido indebido por varias razones: la dama se encontraba divorciada, la antigüedad legalmente no es la suficiente para semejantes prestaciones y que la señora, socarronamente, mintiera al dar por accidental la muerte en contra de las constancias ministeriales habidas en la entonces Procuraduría General de la República, que llevó a los peritos a determinar que practicaron las diligencias, al no encontrar vestigio alguno de violencia, que se estaba frente a un suicidio.
La dama en cuestión percibe asimismo cuantiosos emolumentos por desempeñarse como algo en una dependencia gubernamental y súmele 270 mil pesos más, que mensualmente llegan a su bolsillo por jactanciosamente ostentarse como presidenta, directora, gerente, comisionada, comisariada o lo que sea, de un ente subsidiado por Estados Unidos, groseramente llamado Mexicanos Contra la Corrupción, que el malora hombre de la calle ha bautizado como “Mexicanos a favor de la corrupción”; así, si se actualiza el calificativo a la que han dado en llamar “intelectual”.
Por sabido se calla que en la presente administración han sido exhibidos la totalidad de conductores, comentaristas, articulistas, periodistas y esa caterva de zánganos que a lo largo de los años han recibido del presidente de la República embutes o chayotes, oscilaban de los cien mil al millón de pesos, “según el sapo es la pedrada”. El racero incluyó a hombres y mujeres a los que el Gobierno de AMLO dejó de maicear, de ahí su enojo y virulencia al criticarlo, a pesar de lo evidente, de lo patente de las magnas obras que se han hecho.
Se niegan a admitir que fueron superadas con una millonésima diferencia la barda del Borolas y su infame “esquela” de luz, que no ha servido para maldita la cosa, pero en su levantamiento el beodo de Michoacán junto con su gavilla se jambaron miles de millones de pesos, gracias a los cuales Fecal se da una vida de jeque en Europa y resto del mundo. Con mezquindad, miles de mexicanos se enchalecan su pensión bienestar, pero en cuanto lo hacen le mientan la madre al originario de Macuspana. Por cierto, y por último, esa pensión me sirve enormemente para ayudar a mis nietos en sus escuelas como a millones de derechohabientes. Sin trámite alguno nos llegó a nuestra casa.