Por: Juan Francisco Arroyo Herrera

En alguno de los tantos cursos que nos impartieron en la Delegación Estatal de la Secretaría de Educación Pública, bajo el mando del siempre bien recordado, dinámico, honesto a carta cabal, carismático y excelente amigo don Jorge Fernández Mier, el tema era “El arte del engaño”, por medios diferentes, que aun siendo uno chamaqueado, hasta estafado, se queda entre azul y buenas noches, atónito, pasmado y boquiabierto. Otros se concretan a expresar “¡Ma!” y se quedan de manos cruzadas.

El ejemplo utilizado para darnos luces de lo que se hablaba fue el de aquellos dos paseantes que al circular por una carretera y pasar por un pequeño pueblito fueron seducidos por esta oferta: “Pollo a cien pesos; si se lleva dos, pagará solo doscientos pesos”. Antojados cual eran sin pensarlo se detuvieron y presto uno de ellos solicitó el combo que ofrecen, dándole su compañero quinientos pesos para pagarlos, y por consiguiente esperaba de cambio trescientos pesos.

Loco de contento, el que hizo la compra abordó nuevamente el vehículo en que viajaban, presumiéndole la exquisitez de las tres aves que doradas, crujientes, humeantes, jugosas, desprendían unos embrujantes olores. Para hacer más emocionante el momento, le entregó doscientos pesos de “vuelto” a su compañero. “¡Oye, oye, estos son doscientos pesos”; “Pues sí” –contestó el aludido!; “Pero el anuncio decía que un pollo por cien pesos, tres por doscientos”; – “Pues es lo que yo digo”, contestó el interlocutor; “Entonces no respetaron la oferta”; -“Pues es lo que yo digo”, sostuvo el otro; “Entonces nos hicieron tarugos; -“Pues es lo que yo digo”, respondió el otro… continuando su camino.

Exactamente, como símil fue lo que les pasó al tal “Alito” Moreno, al otro fulano del PAN, Marko Cortés, y al atarantado del PRD, Jesús Zambrano. El llevado y traído Claudio X. González les hizo una propuesta medio similar a la del pollero. Les ofreció el oro y el moro traducido en votos, si aceptaban a la sabelotodo, mil usos y metomentodo, Xóchitl Gálvez, como candidata para contender con la señora Claudia Sheinbaum por la presidencia de México, jurándoles que se la llevaría como niños de primaria, cuando uno le arrebata el dulce a otro.

Les hizo cuentas alegres y con la verborrea que es su única acompañante, les hizo saber que formando un mazacote con las plataformas, principios, estatutos, antecedentes históricos y demás del PRIANRD, harían papilla a Morena,  que en el momento de los ensueños era la aplanadora electoral en el país y lo demostró ungiendo como presidente de la República al tabasqueño Andrés Manuel López Obrador, a quien luego sentó en la silla del Águila y desde ahí cumplió absolutamente todos sus compromisos de campaña.

Los tres mosqueros (sic), con los ojos desorbitados, oían el canto del sireno. Se embelesaron y envalentonados, ya se veían como presidentes adjuntos de la prófuga del estado de Hidalgo. Tras gritos, sombrerazos, tirones, moquetazos, mentiras y triquiñuelas, como aquella que les hicieron en Coahuila, donde a pesar de haber convenio al canto, no respetaron las diputaciones, puestos, notarías, gallinas, puercos, cabras y cabritos que les ofrecieron y siguieron de frente.

Como ya el pacto era irreversible, se fueron hasta el final, que en la mente de ellos fue feliz cuando el 2 de junio, tras cerrarse las casillas al unísono y ante la algarabía de Alazraki, Pedro Inferriz, el “saco de pus” Lozano y demás corifeos brincaban. Pero… ¡oh, decepción!, estaban delirando, la doctora Claudia Sheinbaum, con sus treinta y seis millones de votos, los dejó allá “casque la…”  de lejos. No obstante el arguende que trajeron hasta el momento en que el INE hizo la declaratoria en que reconoce a CLAUDIA como presidenta,  siguieron teniendo sus  sueños húmedos.