Por: Juan Francisco Arroyo Herrera

Algunos juristas pretenden encontrar antecedentes de la filosofía del derecho antes de que este fuera sistematizado por los romanos. Tal aserto  es insostenible puesto que no pudo haberla sin haber nacido su objeto de estudio. En el principio, al derecho se le daba la calidad de divino por contener preceptos, axiomas y sentencias universales e inalienables equiparados con mandatos del Creador. Más adelante se hizo descansar aquel en la razón humana y consecuentemente lo despojaban del toque original.

Cuando las leyes fueron encuadradas en ordenamientos escritos, compilados a iniciativa del emperador romano Justiniano y eran aprobados por el senado, alcanzaban la categoría de obligatorias para todo ciudadano. Es aquí cuando surge el derecho positivo, es decir, el que es autorizado por el órgano reglamentario, independientemente del nombre que a este se le dé: asamblea, legislatura, parlamento, etcétera. Lo único cierto es que a partir de su promulgación debe ser observado por todos los habitantes del país o comarca, cuya jurisdicción ha sido señalada oportunamente.

Pero con la aparición del corpus juris surgen otros problemas: su interpretación, su aplicación, su vigencia, su derogación, su abrogación, etcétera. Tales encargos corresponden a los doctrinarios, jueces, tribunales, aunque no dejan de existir inconvenientes. Ha habido a lo largo de la historia centenares de cultivadores de esa disciplina, sin embargo, el alemán Julius Von Kirchmann fue el más crítico de la ciencia del derecho, que reprocha la contingencia y variabilidad considerando totalmente imposible la construcción de una ciencia respecto de un objeto falto de fijeza y permanencia. Por eso, el jurista que trabaja sobre un objeto en constante cambio está impedido para la aprehensión del mismo.

Añade en la cita que de él se hace en es.m.wikipedia.org que “La tierra sigue girando alrededor del sol, como hace mil años; los árboles crecen y los animales viven como en tiempo de Plinio. Por tanto, aunque el descubrimiento de las leyes de su naturaleza y su poder haya requerido largos esfuerzos, tales leyes son tan verdaderas para la actualidad como para los tiempos pasados y para siempre. La ciencia jurídica que tras largos años de esfuerzo ha logrado encontrar el concepto verdadero, la Ley de la institución hace ya tiempo que el objeto sea transformado. Llega siempre tarde, no puede nunca alcanzar la actualidad. Se parece al viajero en el desierto divisa lejos opulentos jardines, camina todo el día y a la noche están tan alejados de él como por la mañana. Y lapidariamente construye esta conclusión: Dos palabras rectificadoras del legislador bastan para convertir bibliotecas enteras en basura”.

A partir de 1993, pretendió cambiarse el sistema jurídico mexicano. Con vacilación se suprimió aquella institución constitucional de “cuerpo del delito” por “elementos del tipo”. El Poder Judicial, las policías federales, el Ministerio Público, los cuerpos militares iniciaron un conflicto que se ha recrudecido en estos días. Como los elementos del tipo son mucho más amplios y complejos se dificultaba a los policías, ministerio público y militares integrar las averiguaciones con ese nuevo concepto.

Así, empezaron a ser liberados principalmente miembros de la delincuencia organizada, por lo que se tuvo que regresar al antiguo régimen. En 2008, México entró de lleno al procedimiento penal acusatorio, expidiéndose en los estados códigos sin ton ni son que complicaban las nuevas fórmulas. Como solución, se creó el Código Nacional de Procedimientos Penales, cuya materialización ha enfrascado en una pugna al Poder Judicial y al Poder Ejecutivo. Para defender particularmente el aspecto económico, la Corte ha lanzado a las calles a sus trabajadores en protesta por el rubro presupuestal  realizando asimismo paros de actividades, ¿tenía razón Kirchmann?