GREGUERÍAS GREGARIAS
Por: Juan Francisco Arroyo Herrera
Comenta un afamado youtuber, abogado de profesión, la vez en que un humilde campesino, que a la sazón construía su modesta casa y se le hizo fácil allegarse una carretilla de piedras, habidas en el lecho de un arroyuelo que corría cerca del lugar de su residencia para utilizarlas en los arreglos de la obra. Para su infortunio, la osadía fue conocida por agentes federales que lo llevaron frente a un juez federal, porque aquello era una conducta tipificada como daño al medio ambiente.
Calica, como usted lo sabe, es un puerto internacional mexicano con una rica cantera ubicado en la costa de Quintana Roo. Gobiernos priistas otorgaron una concesión a Vulcan Materials Company, filial de una empresa gringa, que con potentes explosivos que detonaron a la vera de playa del Carmen para devastar el suelo y extraer millones de toneladas de cantera o piedra caliza que triturada, la envían a Estados Unidos para construir carreteras, maniobras que, sobra decirlo, dañan el subsuelo y nadie dijo “pío”.
En cuanto se pretendía rescatar ese suelo netamente mexicano, los invasores recurrían al amparo. Como se estila decir en el argot periodístico y político, días antes de entregar la banda presidencial a la compañera Claudia Sheinbaum (saludos al bellacazo, doctor Noroña), en una jugada maestra, Andrés Manuel López Obrador, para sortear los vericuetos, intríngulis, túneles y laberintos jurídico-huizacheros, en vez de revocar la concesión, porque es concesión a la luz del derecho administrativo, se daría paso a interminables disputas legaloides; mejor, mediante decreto, la declaró área nacional protegida que la blinda contra cualquier apetencia aventurera, lo que irritó desde luego a los arrasadores de Vulcan, senadores, políticos y jauría estadounidense que la acompañan.
Eso, mis queridos hermanos en Cristo, es el pleito por el Poder Judicial de México. Calica, Salinas Pliego, Salinas de Gortari, el ebrioso Felipe Calderón, Roberto Madrazo, Kimberly Clark y los Claudios, sus dueños, Genaro García Luna, las trasnacionales, etcétera, son quienes están detrás del movimiento judicial. Los ocho ministros que se oponen a la aplicación de la reforma son un triste y vulgar ariete contra el Congreso de la Unión y el Poder Ejecutivo. Ese rastrero papel en favor de los evasores lo desempeñan a la perfección también, los Markos Cortés, los Alitos, la bellaca Lily Téllez, Tenía (sic) López Rabadán y Caterva de parásitos que denigran la bancada de la “oposición”.
Es eso, amigos míos, no se hagan cruces, no se santigüen. Es la quincalla, son las aguas residuales de lo que un día fue el PRI con ideólogos como Jesús Reyes Heroles; el PAN, con Efraín González Morfín; el PRD, con Porfirio Muñoz Ledo, Cuauhtémoc Cárdenas que dieron brillo a sus organismos, queridos o no por los mexicanos. Aquellos pensaban sus cuestionamientos, sus discursos, sus argumentos y hasta sus arengas. Qué lástima el destino que les aguardaba: una gavilla de iletrados, logreros, advenedizos, convenencieros, adoradores y nada más que adoradores del dinero.