Por: Juan Francisco Arroyo Herrera

A verdad sabida, desconozco si su nombre correcto es Liliana, Lili, Lilacia o quién sabe. Lo único seguro es que su apellido es Téllez García, que nació en Hermosillos, que en un tiempo se dedicó a leer noticias en un programa televisivo propiedad de cierto vendedor de licuadoras, estufas, lavadoras, colchones, planchas, refrigeradores, bicicletas que con “abonos chiquitos” las enjareta a humildes trabajadores, luego se las embarga y las vuelve a vender. Volviendo a Téllez, se la pasaba sin pena ni gloria con el único atributo de, lo que sea de cada quien, su belleza; hasta que por obra y gracia del Espíritu Santo y de AMLO fue incluida como candidata a senadora por el pujante Estado y claro, a la sombra del tabasqueño, fue ungida con aquél cargo.

Todo marchaba como miel sobre hojuelas, hasta que los hervores se elevaron ante la proximidad de la elección a gobernador de la tierra de los mayos, yaquis, seris, pápagos y demás. La Téllez se dejó embelesar por el canto de las sirenas y entre  coqueteos, escarceos y devaneos empezó a acariciar la llamativa idea. Se atuvo a sus encantos para dar por hecho que en su persona, Morena encontraría la mujer ideal para que la entidad,  grande en territorio, se agigantara más en economía, ganadería, agricultura y todo aquello  que se cultiva y produce en el afanoso estado.

Pero, “se le borró la sonrisa”, al enterarse que la ansiada candidatura ya estaba etiquetada para Alfonso Durazo, además había dejado el pellejo en las campañas de López Obrador y rendido además  buenas cuentas en la Secretaría de Seguridad Pública, en la que, de la mano de Luis Cresencio Sandoval González, Secretario de la Defensa Nacional y del almirante José Rafael Ojeda Durán en la Secretaría de Marina  llevaban  a cabo lo de abrazos y no balazos,  conteniendo los cárteles del país para evitar un ataque frontal e incendiar más el país.

Y ¡Tómala! Se le hace de agua su anhelo a María del Carmen. Más no contaban con su mala entraña, insidia, vengatividad, odio y negros sentimientos que ipso facto externó, cuando sin decir agua va, en un hermoso amanecer para los mexicanos;  negro para los morenistas y aparentemente ámbar para los panistas apareció en la bancada reservada los senadores del Partido Acción Nacional, anunciándose como la salvadora del blanquiazul y anticipó  lo que haría en cuanto llegara a la Presidencia de la República: para empezar, el encarcelamiento de Andrés Manuel López Obrador, la desaparición de los programas sociales; la reivindicación de privilegios, prebendas y ventajas para prianrdeistas y todos aquellos que habían hecho insultantes fortunas al amparo del poder.

Pero, ¡oh, justicia divina!, sus apetencias fueron denegadas; los momios le fueron adversos y el aliento llegó a los mexicanos. Ni siquiera fue deslizado su nombre con una millonésima posibilidad de que abanderara al PAN en la pasada contienda. Para fortuna del pueblo mexicano los que deciden se decantaron por otra peor: Xóchitl. Oh, gran Dios cuanto quieres a México, oran con fervor los mexicanos. Y fíjese lo que son las cosas, resulta que ahora el tiempo que le queda libre, que es todo, ya que lejos de atender su obligación legislativa de luchar por México, se ha dedicado a ejecutar todo tipo de desfiguros, ridiculeces, faramallas y pantomimas para llamar la atención, siendo la última el haber insultado a una senadora del PRI que encontró el rumbo correcto y se adhirió a Morena y por eso, lánzole, un puñado de monedas. Es decir, “la pata, tirándole a las escopetas”. Mientras  en Sonora y por doquier, a la señora  Téllez nadie la baja de traidora y desafinada mentalmente.