Por: Juan Francisco Arroyo Herrera

En uno de tantos cursos recibidos cuando me desempeñaba como titular del Departamento Jurídico de la entonces Delegación Estatal de la Secretaría de Educación Pública, bajo el mando del entrañable jefe y amigo don Jorge Fernández Mier, el expositor, funcionario de la Dirección General Jurídica, nos puso un clarísimo ejemplo de lo que es la endeble argumentación, que, en el idioma de Aristóteles, para ser más preciso, en la lógica, se denominan falacias.

Se nos dijo: “Llega un sujeto con su amigo y le propone: te apuesto cinco mil pesos a que te demuestro que tú no estás aquí en este momento. El visitado reflexiona y concluye que vale la pena apostar, ya que el reto es absurdo. ¡Sale!, le dice. Ahí voy, fíjate bien. Tú en este momento estás en Francia, ¿sí o no? ¡Claro que no!, le contesta el apostador. Bueno, reconviene, entonces si no estás en Francia, estás en otro lado. Pues sí, acepta el interrogado. Luego, si estás en otro lado, no estás aquí. El apostante calló, pero como era un gallo muy jugado, exclamó: Bueno, como no estoy aquí… ¡A ver quién te paga!

Y es que, volviendo a Aristóteles, discípulo de Platón y maestro de, entre muchos otros, Alejandro Magno, distinguió tres operaciones fundamentales que nos permiten conocer, a saber, la aprehensión a la que se llega mediante el intelecto y que produce el “concepto”. La segunda es el “juicio”, gracias a la cual relacionamos y estructuramos “conceptos, y la tercera es el “razonamiento” o raciocinio que estructura “juicios” para obtener una conclusión.

Como dice mi admirado don Jesús Gonzáles Leal, “chis chas”, pongamos un ejemplo rabón. Citemos a Gustavo Escobar Valenzuela, que en su tratado de lógica nos comenta: Cuando decimos química, estamos expresando un concepto que por sí mismo no aclara nada. El juicio en cambio, es eminentemente enunciativo; Química–experimental–ciencia, tampoco expresa nada, puesto que no cualquier enlace de conceptos expone un juicio, ya que debe exponerse en forma de enunciado. En ‘La química es una ciencia experimental’, aquí sí baila mija con el señor, está afirmando.

Pasemos ahora al raciocinio o razonamiento. En este se llega a una conclusión, a un conocimiento nuevo, como “La química es una ciencia experimental… que ha llevado al avance de la humanidad”. ¿Ya “cactó”?, como dijera la comadre Irene.  Llegamos al arma del razonamiento, que es el “silogismo” y constituye toda una doctrina, pero a guisa de ejemplo citemos el más común: todos los planetas son redondos; la tierra es un planeta; luego, la tierra es redonda.

Como no todo es miel sobre hojuelas, no nos queda más que abordar la vergüenza de la lógica… ¡Exacto!, acertó: “Las falacias”, que son razonamientos falsos y todavía han procreado los sofismas, cuando se hacen a propósito y con el afán de engañar, hacer trampa. Las falacias son muchas, sin embargo, por ser el tema de esta entrega haremos alusión a las falacias ad verecundiam o apelación a la autoridad, y ad hominem o contra el hombre. La primera consiste en defender una idea basándose la autoridad o prestigio de alguien, sin aportar razones que la justifiquen, ejemplo, “El calentamiento global es una mentira porque un político importante lo dijo”. En cuanto a la falacia ad hominem, consiste en atacar a la persona que sostiene un argumento en lugar de refutar el argumento mismo, ejemplo, “No le creas a Juan porque es un mentiroso, no puedo creer que apoyes esa idea, eres un idiota”.

Así, llegamos al culmen de esta humilde aportación. Esa es la basura que están utilizando los detractores de la compañera Claudia y del camarada Andrés Manuel y a toda la 4T. Utilizando el sofisma, acusan a Andrés Manuel y Claudia de ser narcopolíticos, porque lo dijo Anabel Hernández y ella lo supo por una “entidad” o que México está en una crisis económica porque lo informó una fuente confiable. Así se las gastan.