POR: JUAN FRANCISCO ARROYO HERRERA
César Horacio Duarte Jáquez, originario de Hidalgo del Parral, Chihuahua, fue Diputado Federal en dos ocasiones. Por designios que se desconocen fungió como Presidente de la Cámara baja, de la que en dos mil nueve saltó a la gubernatura de su entidad. Pésimo Gobernador, aunque excelente bailarín a pesar de los mofletes que lucía en la época en que se exhibía en el tablado, realizando cabriolas, saltos, contorsiones, aleteos y otros desfiguros al ritmo de una cumbia. En su gestión mancilló el honorable nombre del lugar donde lo aventaron al mundo, “Hidalgo”, toda vez que saqueó el erario. De ahí surgió la famosa “Estafa maestra”, llevándose entre sus pezuñas a Rosario Robles, recién graduada en un penal federal; en tanto que él, dada su doble nacionalidad, se refugió en Estados Unidos para huir de las órdenes de aprehensión dictadas en su contra.
En el atardecer de su gestión, Javier Corral hizo hasta lo imposible por lograr que uno de sus allegados se hiciera con la sucesión; sin embargo, háblase que el del nombre de emperador romano, o sea César, invirtió cuantiosos cueros de rana, o sea dólares, a la campaña de la seguidora del Tioneo, apelativo populachero del dios Baco, Maru Campos a quien se le ha visto salida de alguna bacanal, trastabillando y balbuceando incoherencias visiblemente “Huachicoleada”. Como aquella ocasión, cuando la calentura se apoderó de la mente de la circense Xóchitl Gálvez y se decía ganadora de la contienda presidencial, Maru se apoderó de la palestra y bamboleándose, arengó a los asistentes a que votaran por la obra de Vicente Fox.
Finalmente, la Maru llegó a la gubernatura y signando un compromiso de sangre con César Duarte, le juró y se juró que no descansaría ni un minuto en su briaga administración, hasta ver en una ergástula a don Javier Corral que en unos días asumirá la senaduría, solo que para gloria del parlamentarismo y el buen decir, ahora llegará ungido y cobijado por el color guinda al que siempre debió pertenecer, mi opinión ha sido que Corral es de lo mejor que se haya visto en Acción Nacional, un excelente tribuno, y aunque buena, no con la misma oratoria de Gerardo Fernández Noroña, que por cierto son excelentes amigos.
El desasosiego de la señorita Campos por no lograr agarrar a Corral, no obstante las pesquisas de sus genízaros, qué asoleados seguían los pasos del exgobernador, llegó el clímax este miércoles catorce de agosto de dos mil veinticuatro, cuando siendo aproximadamente las veinte horas un gran escándalo se suscitó en la colonia Roma de la capital de la república, cuando varios panzones pertenecientes a la judicial chihuahuense, intentaron madrugarle a Corral; detenerlo y como almas que lleva el diablo treparlo en un avión y entregarlo como trofeo a la chatilla gobernadora.
En su defensa, Corral negó que tuvieran competencia para detenerlo en México, aunque el término procesal correcto es jurisdicción. Convencidos sus acompañantes de que los gendarmes son unos soberanos “Gabinos Barrera” y, por tanto, nunca entenderán razones, llamaron a la fiscalía de la ciudad de México y en vía de denuncia notificaron el secuestro que se pretendía consumar en la humanidad de don Javier. El entuerto judicial propició que Ulises Lara, fiscal capitalino, se dirigiera en el lugar. Comedidamente, dijo a los personeros de la gobernadora, que ciertamente había un oficio de colaboración del estado norteño, pero que no se habían agotado los pasos jurídico administrativos para despachar la solicitud. Por tanto, no podían capturar al político, que decidió acompañar al señor autoridad para aclarar el asunto. Como triste colofón añadiré nada más el aberrante ridículo de Ciro Gómez Leyva; que montó un teatro dando por hecha la detención de Javier.