LE DECIAN EL PAPA BUENO Y SE LE RECUERDA COMO EL MAS BROMISTA Y SIMPATICO DE LA HISTORIA DEL PAPADO
04/05/2025 - Hace 5 horas en Durango EstadoLE DECIAN EL PAPA BUENO Y SE LE RECUERDA COMO EL MAS BROMISTA Y SIMPATICO DE LA HISTORIA DEL PAPADO

Por: Gilberto Jiménez Carrillo
El suyo fue un pontificado breve, pero cambió el curso de la historia. Angelo Roncalli (1881-1963), conocido como Juan XXIII tras suceder a Pío XII en 1958, disfrutó de una admiración prácticamente unánime, con las pocas excepciones de los integristas que lo consideraron un hereje. En contra de los que esperaban un mandato de transición, pasó a la historia por convocar el Vaticano II, un concilio que no se concibió, como los anteriores, para denunciar herejías, pasó a definir el espíritu de los nuevos tiempos. Si Pío IX proclamó que el liberalismo era pecado, Juan XXIII reconcilió a la Iglesia con el mundo moderno. En adelante, la misa dejó de celebrarse en latín. Y se puso énfasis en que el buen católico no debía limitarse a asistir a misa, sino vivir activamente su fe. El Papa también se pronunció acerca de la justicia social y de la búsqueda de la paz, esta última una cuestión urgente después de que la crisis de los misiles, en 1962, pusiera al planeta al borde de un holocausto atómico. Juan XXIII no solo pasa a la historia como un Papa santo y padre del Concilio Vaticano II; ha sido probablemente el Papa más bromista de la historia. Un humor que nacía de la sencillez que desbordaba de su humildad e íntima relación con Dios. Desde el mismo momento de su elección como Papa lo demostró, en la sala que se encuentra junto a la Capilla Sixtina. Tras la aceptación, según prevé la tradición, el Papa se apartó para vestir las vestiduras blancas del Obispo de Roma. Surgió entonces el problema. Ninguna de las tres sotanas que los sastres habían preparado para el futuro Papa le quedaba bien. Siguió el desconcierto entre las personas encargadas de asistir al Papa en esta situación. ¿Qué hacer? El nuevo Papa calmó la tensión con su sonrisa: “¡Está claro que los sastres no deseaban que yo fuera Papa!”. En la segunda audiencia pública, confesó lo grande que le quedaba el Vaticano. “Me han dicho que en los Sagrados Palacios hay unas once mil habitaciones. Hará falta bastante tiempo para encontrar el camino…”. Se convirtió en una costumbre concluir sus encuentros con los visitantes con estas palabras: “Volved, volved, por desgracia siempre estamos aquí”. Es muy famosa la respuesta que en una ocasión ofreció Juan XXIII a quien le preguntó cuántas personas trabajan en el Vaticano. Con naturalidad respondió: “Más o menos la mitad”. Una vez el “Papa Bueno” salió del Vaticano a solas para dirigirse al cercano hospital del Espíritu Santo y visitar con discreción a un amigo sacerdote enfermo. Al llamar a la puerta, le abrió la hermana portera, que corrió a llamar a la madre superiora. La religiosa llegó emocionadísima y le dijo: “Santo Padre, soy la madre superiora del Espíritu Santo”. El Papa le respondió: “¡Qué carrera ha hecho usted, madre!, yo solo soy el siervo de los siervos de Dios!”, en referencia al antiguo título con el que los papas firman los documentos oficiales. Su libertad de espíritu se puede constatar con esta confidencia que compartió con sus colaboradores: “Con frecuencia me despierto por la noche y comienzo a pensar en una serie de graves problemas y decido que tengo que hablar de ellos con el Papa. Después, me despierto completamente y ¡me acuerdo de que yo soy el Papa!”. Con frecuencia decía: “Todo el mundo puede ser Papa. La prueba es que yo lo soy”. Juan XXIII fue el primer Papa del siglo XX que, en ocasiones, con discreción, abandonó los muros del Vaticano para visitar a personas necesitadas. Los romanos, con sentido del humor, le llamaban con cariño “San Juan extramuros” y otros, en recuerdo de una conocida marca de whisky, “Johnnie Walker” le llamaban “Juan el caminante”. El papa Juan XXIII tenía sentido del humor irónico, de ahí la pregunta: ¿quién no quiere a un Papa con sentido del humor? ¿Quién no siente afecto por un hombre que está tan cómodo consigo mismo que hace siempre bromas sobre su altura (era más bien de baja estatura), sus orejas (eran grandes) y su peso (que era considerable) En una ocasión en la que conoció a un niño pequeño llamado Ángelo, exclamó: —¡Ése también era mi nombre! —Para añadir luego, en tono de broma— ¡Pero luego me hicieron cambiarlo! Hizo gala del mismo humor al recibir a un senador estadounidense. Este, para comunicarle a qué confesión religiosa pertenecía, le dijo que era bautista. Juan XXIII replicó con rapidez: “Y yo soy Juan, así que ya estamos completos”. Se refería, naturalmente, a Juan Bautista, importante santo católico. Por su sentido del humor, su apertura, su generosidad y su calidez fue muy querido por mucha gente que se refería a él como Juan XXIII, el Papa Bueno. Con la llegada del Papa Francisco, el espíritu progresista de aquel concilio se revitalizó. El pontífice canonizó en 2014 a Juan XXIII, con el que se le ha comparado por el aire fresco que ambos introdujeron en la Iglesia. En paz descanse Jorge Mario Bergoglio, el otro Papa Bueno.
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