Por Pedro Núñez López

A fines del siglo XIX y principios del XX, las diversiones eran muy escuetas, no había llegado aún el radio, solo el telégrafo, menos la televisión y mucho menos el internet, apenas se empezaba a asomar el cine mudo y el teatro que en ese momento estaba consolidado con grandes presentaciones y operas que en su mayor parte eran traídas desde Europa.

Los centros de diversión para las personas que no les gustaba esos menesteres y también para los que les gustaban, eran las reuniones con los amigos para tomar la copa y para eso existían las cantinas, salones, billares. Aceptando la sugerencia de Don Diablo hoy platicaremos de las mismas, guiándonos por el libro de Rodolfo el Prieto López, que tiene como nombre CÓMO ERA MI CIUDAD escrito a mediados del siglo pasado y en el cual nos relata el día a día de nuestro Durango.

Nos cuenta que no eran muchas las cantinas y salones de billares que había, pero en casi todas las tienditas y tendejones de los barrios se vendía buen mezcal, en copitas y hasta en botella cerrada. Entre las cantinas más viejas estaba el Richelieu, la Cantina Francesa y el Salón Rojo, desaparecidos éste frente a la Plaza de Armas, mirando al oriente, cantina que fuera de Don Guadalupe Félix, donde un día de parranda de revolucionarios, acribillaron a tiros a un coronel jorobado muy malvado, llamado Teodoro Arreola; antes había sido cine local donde estuvo la Librería Clemente.

La Cantina Internacional de Atanasio Castro, lugar que ocupaba la Mueblería Central y hoy es una tienda departamental, La Lonja de Don Víctor Manuel Castaños, en 20 de noviembre y Juárez; estos lugares de categoría, situados en pleno corazón de la ciudad. Un poco más retirado, por Constitución hacia las Alamedas, estaba el Salón Cosmopolita, del Güero Santiago; el Insurgente de Don José Barragán, por Pino Suárez, donde aparte de cantina, billares y salón de boliche, había gimnasio; el Salón Imperio del simpático chaparrito veracruzano Pagador Rivera, con billares, boliches y pianola porque ya estaba de moda, la Mosca, de los hermanos Estrada, ubicada en la mera Presidencia Municipal de la Capital, Salón Richelieu de Don Manuel Saad, en Constitución y Aquíles Serdán; La Mascota de don Panchito Barrero; La Argentina de don Juan Domínguez, frente al Templo de San Miguel, donde estaba la Mueblería San Miguel hoy es una farmacia; El Palacio de Hierro en Madero Pino Suárez, propiedad de Don Pancho Flores, apodado «el perro», el salón Monte Carlo de Don Abraham Salazar, al costado oriente del Mercado Gómez Palacio.

Pasó el tiempo y se fueron multiplicando las cantinas como los billares y se establecieron Agencias de Cervecerías, una de ellas, de las primeras fue la Carta Blanca, con sus representante los señores Sada Gómez y su repartidor local más viejo, el güero Fernando Núñez, que en sus mocedades fuera muy simpático parrandero y dicharachero; después pasó la Gerencia a manos del señor Pedro Gabriel, quien la dejó posteriormente al señor Alberto Pérez Arellano, quedando finalmente la Agencia con el estimado Don Pepe Martínez Sida.

En un principio la cerveza venía en cajas de 60 botellas medias, metidas en «surrones» de paja, con etiquetas ovaladas con papel, la cerveza Saturno, de Toluca, Mex., en botellitas oscura chaparritas, pronto desapareció. Se puede asegurar que está cervezas de entonces eran de superior calidad.

Luego abrieron sus puertas el Bar París y San Carlos, El Roma, de Víctor González, El Bacardí, del «mosco», El Patio Carta Blanca, El Casino de los Charros en los altos del Teatro o Cine Principal, el Casino de Empleados de Comercio, el Casino Obrero, el Club Durango con su Gerente Paco Granda, el Club de Damas. Por Pino Suárez quedaba El Médico, lugar predilecto de don Higinio Saldaña y Carlitos Navarro, actuarios y personal del Poder Judicial. Imagen obtenida del Grupo Durango Antiguo del Facebook en esta se observa la Cantina la francesa en la parte de atrás del hotel Richelieu. Continuará la próxima semana con la parte II.