• Los cambios en el urbanismo de Durango a fines del siglo XIX y principios del XX. Parte 1

Por: Pedro Núñez López

Un día en la historia de Durango se llevó a cabo el cambio en la circulación dentro de la ciudad, esto hizo que uno de los aspectos más importantes de la modernización urbana fuera el ensanche y alineación de las calles. En los editoriales del periódico La Evolución, se expresaba constantemente esa necesidad. Sin embargo, por falta de dinero solamente se abrió el callejón del Rebote. En la modernización citadina también jugó un papel de primera mano la introducción de nuevos servicios que semejaron a Durango con los centros urbanos de avanzada, con ello se modificó drásticamente el paisaje urbano al llenarlo de postes y alambres. El primero de éstos fue el telégrafo magnético entre Durango y la Ciudad de México, inaugurado el 8 de julio de 1870, para conmemorar la toma de Durango, por el general liberal Esteban Coronado, 12 años antes. El alumbrado público con bombillas de luz incandescente se inauguró el 5 de junio, de 1890. Este servicio fue primeramente proporcionado por The Durango Electric Light Company, con sede en San Louis Missouri, pero en 1893 la compañía fue vendida a Manuel Guerrero. En 1895 se inició el alumbrado eléctrico en los domicilios particulares, y tres años más tarde se amplió con 500 luces incandescentes, mediante los postes que colocó Francisco Álvarez, propietario de los talleres San José. El servicio telefónico fue proporcionado a principios de 1906 por el norteamericano Walter C. Bishop con 224 aparatos para la ciudad, los ranchos y haciendas cercanos. Al año siguiente se estableció la larga distancia a Torreón.

El Gobierno estatal participó en esta modernización con la construcción de numerosas obras públicas financiadas por los créditos proporcionados por los bancos Nacional de México y de Durango, que abrieron oficinas en la ciudad en 1890 y 1891 respectivamente. Entre estas obras se cuenta la pavimentación de varias calles, aplicándose un sistema de aplanado llamado: macadam, consistente en tirar 15 centímetros de piedra triturada y un riego de asfalto líquido. También se canalizó la Acequia Grande (1899) y se entubó el agua del manantial, sin embargo, la mayor cantidad de los recursos públicos fueron destinados por el Gobierno a la construcción de la penitenciaría, el Hospital Civil y el Teatro, que por sus enormes dimensiones fueron terminados muchos años después, por lo que fueron llamados: «Los tres elefantes blancos”.

Por estar todavía en las afueras de la ciudad, la penitenciaria quedó en el mismo lugar que la antigua, que había quedado muy dañada porque, tanto los tulises como los franceses, la quemaron durante su estancia en Durango. Terminado el trabajo de derribarla, se inició el 27 de febrero de 1899, la construcción de una nueva prisión de mayores dimensiones que la anterior, siguiendo un proyecto diseñado por el ingeniero Luis Álvarez y Zubiría. Éste estaba basado en el sistema combinado de Filadelfia, con el de aislamiento de presos. Contaba con una torre central, departamentos especiales para la administración, guardia, juzgados, detenidos, procesados, sentenciados y una sólida pared de piedra perimetral, flanqueada con cuatro, torreones. Este modelo fue revisado y reformado Laureano Roncal y Carlos Hernández.

La construcción del Hospital Civil obedeció a que el antiguo había quedado en el centro de la ciudad, y a pesar de que se hicieron intento para reformarlo en 1881, con el producto de las funciones de teatro que presentó Ángela Peralta, pero como no tenía posibilidades de extenderse, se buscó un nuevo terreno en las afueras. Este terreno contaba con buenas condiciones higiénicas, para evitar infecciones respecto a los vientos dominantes, siguiendo el esquema Hipocrático como usual todavía. El proyecto primitivo del hospital fue de Mariano Herrera. Estaba pensando para albergar doscientos enfermos, en ocho pabellones aislados de gran extensión, con dos quirófanos centrales, como se encontraba el hospital Lavoisier de París; la primera piedra fue puesta el 5 de mayo de 1899, por el gobernador Juan Santamarina y los trabajos se suspendieron en 1904.

La construcción de un nuevo teatro, que sustituyera al viejo Coliseo de  Zambrano, era una empresa que también importaba muchos recursos ya que éste debería tener las características de los teatros modernos, fachada suntuosa, el mayor número posible de salidas puertas simétricas, pórticos columnados con elegantes escalinatas vestíbulos y guardarropas. La entrada central al lunetarío circundado de pasillos y el llamado foyer, correspondiente al nivel de palcos primeros, como sala de desahogo de los fumadores. Para poder construir el teatro en forma simultánea al Hospital Civil a quien se animara construirlo.

Algunos particulares formaron entonces la Compañía Constructora y Explotadora del Teatro de Durango. La junta directiva logró juntar 21 mil pesos mediante algunas actividades el 1 de junio de 1900, se inició la demolición de 1 calle Mayor, que habían pertenecido al bachiller Salcido y después a José Antonio Álvarez Tostado, y en octubre de ese año se empezaron a levantar los cimientos y las paredes. Sin embargo un error de presupuesto elevó los costos de la construcción a más de 150 mil pesos. Entre estos costos destacaban los 32 mil que tuvo el techo de cobre laminado, fabricado por C. Simpson; que se importó desde Estados Unidos. Estos gastos motivaron que la Compañía Teatral quebrara, porque fue preciso que el Gobierno del Estado se hiciera cargo de las obras. Sin embargo, éstas también quedaron inconclusas hasta la década de 1930, en que el teatro se habilitó para cinematógrafo.

Fuente: Revista Durango en la Historia editada por la Secretaria de Educación Pública; imágenes obtenidas en el grupo Durango Antiguo de Facebook.