Cultura

Un día en la historia de Durango… La ciudad el siglo pasado

21/06/2020 - Hace 4 años en Durango

Un día en la historia de Durango… La ciudad el siglo pasado

Cultura | 21/06/2020 - Hace 4 años
Un día en la historia de Durango… La ciudad el siglo pasado

Un día en la historia de DurangoPor: Pedro Núñez López

En donde se presentan las oficinas públicas, negocios como hoteles, mesones, restaurantes fondas, cafeterías, y una gran variedad de negocios que hacían que ésta tuviera vida económica y movimiento de los negocios así como el folclor y vida de las calles de nuestra ciudad. Damos comienzo por Las Oficinas Públicas estaban ubicadas en los lugares siguientes: El Palacio Municipal de espaldas a nuestra Catedral, mirando hacia la Plaza de Armas, (desaparecido) los Telégrafos Federales en los altos de la casa que ahora es la Peluquería Guillette; la Inspección General de Policía en el costado poniente del antiguo Palacio municipal, enfrente del Banco de Durango, después estuvo por la calle de Juárez, donde tiene actualmente su edificio La Packard, Autos y Camiones, S. A.; la Oficina de Hacienda o del Timbre que en un tiempo estuvo ocupando el local del Banco de Londres y México con Efrén Aguirre como jefe, después fue a ocupar el lugar actual, antes Casa de Moneda. El Correo estaba donde tiene su negocio la Casa Serrato en crucero de Pino Suárez y Juárez, después en el crucero de Negrete y Zaragoza, de aquí fue a ocupar la antigua Escuela del Moro, en 5 de Febrero y Zarco. La Oficina de Pesas y Medidas, hoy Secretaría de Industria y Comercio, frente al costado poniente del Arzobispado, en 20 de Noviembre y Madero; el Juzgado del Estado Civil, que jefatura el Juez que más almas unió, Ignacio Leyva Barraza, con su Srio. Rodolfo Arratia, estuvo primero en el callejón de escribanos, después en El Aguacate y por último en la actual
Presidencia municipal. Los Juzgados Penales, Auxiliar, Correccional y Abogacía de Oficio en el interior de la Penitenciaría del Estado. La Biblioteca Pública junto al Instituto Juárez con su director Alberto Hernández; la Procuraduría de Justicia y Agencias del Ministerio Público en el Palacio de Gobierno. Departamento de Tránsito no había, tiempo después se creó, nombrándose Jefe y Agente único la ciudad al simpático «Perico» Lupe Guzmán, quien en sus mocedades tuvo afición por las «tablas», no de carpintería, sino por el teatro.
El Banco de Durango y el Banco de Londres y México eran los únicos que teníamos en la ciudad; el primero con su edificio de cantera de bella arquitectura, de balcones con barandales de fierro artísticamente construidos, puertas y ventanas de fino estilo, que al andar del tiempo fue Banco Comercial y el actualmente Banco de Comercio; el segundo establecido en el local que hoy ocupa la nueva Farmacia Regina. Es de creerse que nuestros Bancos no tenían mucho movimiento, que no operaban en grande escala, y que sus clientes eran pocos, porque la mayoría de los ricos y gente acaudalada tenía la costumbre, prefería guardar el dinero escondido, enterrado dentro de las casas, ya fuera en ollas, cazos, barriles o botes y cajones, etcétera, ya en el suelo o entre las paredes, porque grandes cantidades de oro y plata acuñada fueron encontradas, descubiertas al hacer demoliciones y excavaciones para construir nuevas fincas, casas que habían sido habitadas por personas ricas que murieron y no quisieron o no pudieron decir dónde estaban sus ahorros, herencia o usuras, cuando menos se la esperaban se les presento “la Dama de Blanco» y me los despachó al otro mundo, (Ahora muchas personas tienen hasta de a dos chequeras.
Los Hoteles eran muy pocos. El Hotel Richelieu con sus portales, su comedor y bar, frente a la Plaza de Armas, (desaparecido) el Hotel San Carlos, tal vez el más viejo, conocido como París y San Carlos, años después con Bar y comedor; el Café d la Unión incendiado el día del asalto a la Plaza por las fuerzas revolucionarias. Una o dos casas para Huéspedes o Alojados.
Lo que… sí había eran Mesones; el del Refugio y San Miguel, situados en la calle de Mercado, (hoy Pasteur) entre 5 de Febrero y Pino Suárez; el Mesón de las
Palomas, casi frente a la puerta poniente del Mercado Gómez Palacio, por la calle de Mercado, antes de llegar a 5 de Febrero; el de San Antonio en la calle de Patoni, entre las mismas calles anteriores; el Mesón de la Purísima de Don Luis Delgado y el de la Trinidad de D. Juan Arellano, papá de «Juanón», Estos Mesones quedaban en el callejón de Sal si Puedes, calle de Progreso; otro Mesón en Baca Ortiz, a media cuadra del Cuartel Colorado, mirando al sur; uno más por el lado sur  de la Acequia Grande, adelante de La Pasadita, por la Ave. Colon, hoy Francisco Sarabia.
En todos estos Mesones se alojaban gentes pobres, ambulantes; arrieros, rancheritos y vagabundos; se encontraban vendedores de gallinas y pollos, huevo, tornachile, membrillo, papa, quiote, maíz y frijol, cacahuates y todo lo que se cosechaba en las cementeras. Los alojamientos eran baratos, de 0.10 a 0.15 centavos diarios con derecho a pasar la noche, alumbrados con una cachimba de Petróleo o una vela de sebo pegada a una botella que servía de candelero, y de cama un húmedo y rasposo petate; era la renta de cuartitos sin ventilación, apestosos, infestados de pulgas y chinches, con rincones llenos de telarañas, grillos y pinacates.
También había vecindades donde vivían seis, ocho o más familias, a veces personas solas en cuartitos redondos, (así se le llamaba a una pieza chica) sin ventilación ni servicio interior de agua, que pagaban de 3.00 a 4.00 pesos mensuales de renta a lo más, disponiendo de una llave de agua pura toda la vecindad, y de un foco chiquito, triste, en el zaguán o en medio del patio, con una fosa o escusado de sótano de dos o tres agujeros par-a todos los inquilinos, un retrete sucio, insoportable, amenazador de una epidemia. A estas condiciones de vida estaban sujetos muchos habitantes de la población que malvivían, sobre todo mucha gente pobre.
Era rara la palabra Restaurant, no muy conocida; solo había uno, El Fausto de Don Roque Vizcarra, donde está el nuevo Hotel Colonial frente a la Plaza de Armas, mirando al oriente. Lo que sí se veía por algunas calles eran rótulos que anunciaban Fonda y Café, establecimientos de fama por su buena cocina y dueñas muy populares. Se comía y cenaba bien, en ambiente, sobre todo por la noche cuando asistían a esos lugares mujeres galantes acompañadas de viejos «rabos verdes» ricachones, que iban a divertirse, a tomar buen coñac y oír música de cuerda, ya fuera del Maestro Lugo o el maestro Alvarado.
Una de estas Fondas era atendida por Celestina, famosa anfitriona, conocida y consentida de muchos viejos encopetados, asiduos clientes de su negocio, donde aparte de cenar pollo y enchiladas les servían exquisitos frijolitos, especialidad de la casa; la Fonda y Café más antigua. Su establecimiento estaba junto a donde ahora es el Restaurant de la Posado Durán.
Otra Fonda y Café de fama estaba bajo la dirección o gerencia de María, Manuela y otra hermana de apellido Hernández conocida como las «chichis prietas», lugar visitado casi exclusivamente por simpáticos parranderos, muy alegres y disparadores, entre ellos muchos empleados de Gobierno y Abogados. Cena, copas, música y amor. (Lo mejor).
Lolita Almonte fue otra dueña de Fonda y Café, que daba servicio toda la noche atendiendo a grupos de trasnochadores que se hacían acompañar de sus «movidas», desde luego parejas de «amorcitos», damas de cascos ligeros dispuestas a todo; algunas de muy buenos bigotes.
Por el mismo tiempo de Lolita apareció Brígida manejando un «bisnes» de esta misma clase, que daba servicio hasta la
madrugada y tenía frecuentes parrandas en su local de Pino Suárez. Aquí también había música y mujeres, y grandes trifulcas ocasionadas casi siempre por la Carta Blanca y la XX que mucho se consumía.
Por Constitución, a media cuadra de las Alamedas estaba Gambrinus, otro centro de reunión para cenar tomar en compañía de mariposillas. Siempre con ruido y alboroto, Pero de menos categoría que los anteriores. Una Fonda llena de músicos ambulantes y, cancioneros con guitarras, esperando clientes para entrar en acción.
Tiempo después abrieron sus puertas al público el Restaurant Alcázar de Paco Granda, en Juárez y 20 Noviembre; el Restaurante Roma, en Constitución el Paris San Carlos, Salenro y muchos otros. Estos restaurantes de ambiente familiar, con servicio hasta media noche. Para la ciudad el Comercio era bastante bueno, artículos nacionales y extranjeros. Entre los negocios de abarrotes más importantes figuraban Al Gran Núm. 11 del Turco y García, luego cambió su razón social por García y Manteca y años después por Anacleto García Hermano.
Las Mariposas de Don Julián Medina; El Castillo, de Don Juan Hernández y después de los señores Elizondo; El Hércules de Don Juan F. Paura; La Raya del Norte de los señores López Hermanos. Otros comercios de menos importancia como Las Carolinas de Don Agustín Olivas, El Marfil de Don Santiago García, Los Diamantes de Don Antonio Calderón, donde fue La Conquistadora; El Rayo del señor Corral, El Centro Asturiano y La Costa Cantábrica, comercios de españoles; Don Antonio Araiza y Don Gregorio Reinosa, Comisionistas. El Naranjo era entonces un tendejón.
Con la marcha del tiempo se conocieron otras grandes casas comerciales de abarrotes: El Nuevo Castillo de los señores Vela Pacheco Hermanos y Cía, La Marina Mercante de Lino Rodríguez e Hijos; El Naranjo de Don Jesús Gutiérrez en crucero de Aquiles Serdán y Pasteur; La Abundancia de Don Pedro Olivas; Don Salvador Salum y Don Jesús H. Elizondo en la compra y venta de cereales; Indalecio y Benjamín García y otras firmas. Don Juan Pancho Rodríguez quedó al frente del Nuevo Castillo y a poco se quemó todo el edificio, acabaron con el terribles llamas. ¿Un corto? ¿Los ratones? Nadie supo.

Información Obtenida del Libro. Como era nuestra ciudad del Sr. R. López (El Prieto López). Las imágenes fueron obtenidas en el grupo «Durango Antiguo» del Facebook.

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