Un día en la historia de Durango se construyó el Santuario de Nuestra Sra. de Guadalupe y Explanada de los Insurgentes.
Por: Pedro Núñez López.
Aun cuando nunca se considera al Santuario como una edificación antigua, este fue construido de mitad del siglo XVII (1657) a 1722 se inicia la construcción por el obispo Barrientos Lomelín, en 1715-1722 el obispo Pedro Tapiz hace construir la finca de veraneo que aquí vemos junto al Santuario, cuando se terminó su primera etapa. De estilo neogótico, es posible que sea uno de los templos más sobrios de esa época con que contamos, ya que sus decoraciones barrocas son de lo más austero posible, La portada es sumamente sencilla, dos columnas estriadas, con capiteles corintios y alto basamento a los lados de la puerta, en el segundo cuerpo hay dos pares de columnas con el mismo diseño, yuxtapuestas y escalonadas, tanto entre sí como con respecto a las columnas del primer cuerpo, lo que nos hace pensar en la fuga del gótico que el plateresco adoptaría más tarde, sin duda tal composición fue ideada para evidenciar el nicho con la imagen de la Virgen de Guadalupe que existe en el remate triangular, La fachada es de austeras formas barrocas, de estilo muy sobrio, mientras que su interior expone una severa decoración de estilo neoclásico que incorpora elementos decorativos del neogótico, sobre todo en las ventanas laterales y en el altar mayor, donde se puede admirar un magnífico ciprés realizado entre 1884 y 1885 por el maestro Benigno Montoya, que acusa un excelente trabajo de talla en cantera, en estilo neogótico, de gran calidad plástica, los paramentos en relieve de toda la fachada son propios de la orfebrería arquitectónica del plateresco. (Los mismos elementos los encontramos en la portada del templo de San Francisco).
Ninguna de esas dos bardas existe. El Santuario con 299 años desde que se terminó de construir es uno de los templos más visitados por los fieles ya que está dedicado a la Virgen de Guadalupe y en su día el 12 de diciembre, literalmente son miles las personas que acuden a darle gracias por sus bendiciones, además de las peregrinaciones de danzas de matachines que continuamente arriban a su atrio y altar mayor, atestiguando lo mestizo de la religión católica en México.
El doce de diciembre de 1951 fue inaugurado el atrio actual, construido por iniciativa del arzobispo José María González y Valencia. La Explanada de Guadalupe se extendía entonces como un largo llano desde la calle de Hernández hasta el panteón atrial del Santuario que se ubicaba al frente de ese bello templo, la extensa planicie que se forma entre el Santuario de Nuestra señora de Guadalupe, erigido a principios del siglo XVIII, y las orillas de la ciudad de Durango se conocía por varios siglos como Explanada de Guadalupe, Este extenso llano de suave pendiente llegaba hasta las goteras de la ciudad, poco más allá de la actual calle de Hernández, pero con el tiempo paulatinamente se fue reduciendo su extensión, conforme fue creciendo la ciudad. Al centro de la gran explanada se levantó un bello y bien logrado monumento realizado en cantera, formado por un obelisco, en memoria del triunfo libertario, y un libro abierto que representa los principios de la vida independiente. Para fines del siglo XIX, cuando se forma el Barrio de Costa, este limita con la calle de Guadalupe el extremo poniente de la Explanada, mientras que el establecimiento de los patios del Ferrocarril Internacional Mexicano limitó el espacio hacia el oriente en las inmediaciones de la actual calle de Hidalgo, con la finalidad de honrar a los insurgentes sacrificados en Durango (17 de julio de 1812), a los que de manera injusta la historia prácticamente había olvidado, a iniciativa de Francisco González de la Vega se inició la recuperación urbana del inmenso terreno que una vez había ocupado la mal lograda Alameda del Norte y que conducía desde las orillas de la ciudad hasta el cercano Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe. Una vez recuperado y liberado, se decidió denominar a este espacio Explanada de los Insurgentes, ya que, en el Santuario, al extremo norte del lugar, habían sido sepultados los acompañantes del padre Hidalgo. Al centro de la gran explanada se levantó un bello y bien logrado monumento realizado en cantera, formado por un obelisco, en memoria del triunfo libertario, y un libro abierto que representa los principios de la vida independiente.
El lugar, debidamente concluido, fue inaugurado a las diez de la mañana del 16 de septiembre de 1957, para perpetuar y recordar el sacrificio de los héroes, casi anónimos, que contribuyeron, al lado del Padre de la Patria, a sentar las bases de la lucha que desembocaría en la independencia nacional. El acto fue rubricado con un coro monumental de mil voces, de los alumnos de las escuelas de la ciudad, acompañados por la Banda de Música del Estado.