Cultura

Un día en la historia de Durango… Servicios urbanos de transporte

28/06/2020 - Hace 4 años en Durango

Un día en la historia de Durango… Servicios urbanos de transporte

Cultura | 28/06/2020 - Hace 4 años
Un día en la historia de Durango… Servicios urbanos de transporte

Un día en la historia de DurangoPedro: Núñez López

Los servicios urbanos de transporte durante la existencia de la ciudad y su población hasta fines del siglo XIX y principios del XX en la ciudad consistían en las carretas, el movimiento de mercancías por los carretones y también existió otro servicio de transporte mejor y más elegante, aunque más caro era el de carretas o coches de alquiler. Había varios sitios y se distinguían en sus categorías por el color de sus banderas: Azul, roja y blanca o amarilla; coches tirados por caballos, muchos de ellos de lujo, de llantas de madera luego metálicas y posteriormente de hule y corceles bonitos, bien cuidados, con sus cocheros «curros» vestidos de charro, de frondosos bigotes canelos, tostados o tatemados por la nicotina del cigarro. Uno de estos sitios de primera, de bandera azul estaba en Catedral, por la calle de Teresas (hoy Juárez), daba vuelta por 20 de Noviembre hacia el poniente y terminaba en Constitución, precisamente donde se encuentra ahora el sitio de automóviles Cruz Blanca. Entre los coches de primera se encontraban algunas “jardineras» y «vogues» que el público prefería en verano para pasear en las Alamedas o rondarle a la amada por donde vivía. Junto si las Alamedas, por Baca Ortiz, mirando al norte había otro sitio de menos categoría, con carretelas de segunda, sucias, feas, de caballos flacos somnolientos, con aurigas desaseados, mechudos, sombrerudos y mal vestidos: Todos los coches o carretelas anunciaban su presencia haciendo sonar unos timbres grandes que traían los vehículos colocados bajo los pies de los cocheros, timbres sonoros, de fuerte sonido, que repicaban varias veces sus conductores para prevenir a los peatones de su proximidad, aunque no había peligro de accidente o atropellamiento, la velocidad era mínima por el mal estado de las calles sin pavimento. En cada Sitio había una caseta de madera con un administrador encerrado, encajonado, que tomaba el tiempo anotando la hora de salida y llegada de los coches.

Un servicio más, el de carretones. Esos se ocupaban pero el acarreo de mercancías a los comercios, sirviendo también para las mudanzas o traslado de tiliche y menajes de casa, entrega de carga y transporte de distintos materiales, también para llevar gente a cercanas rancherías; carretones hechos de madera de pino y encino, de varas con herrajes de fierro, de dos pesadas ruedas, lentos, feos. Poco tiempo después comenzaron a circular otro tipo de carruajes más ligeros y mejores, de cuatro ruedas, tirados por un par de cuadrúpedos, construidos con mejores materiales y técnica por un buen carrocero durangueño, don Aurelio González, hermano de «Perico» del mismo apellido y oficio, adoradores de «Baco».

Los sitios de carretones y carros estaban situados unos por el lado oriente del Parque Ortiz de Zárate o Alameda, frente a lo que luego sería el cine Alameda; otro junto a las bodegas de los ferrocarriles, pero se conseguían con facilidad a las puertas de los comercios, donde recibían y dejaban carga continuamente. Algunas Haciendas tenían carretas para el traslado a la población de sus productos, ya fueran semillas, tlazole, maíz en mazorca, paja o castaños o barriles de mezcal, etcétera, carretas tiradas por, seis u ocho mulas con palancas de mano para frenarlas ruedas traseras, guiadas por fueres hombres de campo, de chivarras y pulseras de cuero, escoltadas por caporales, auténticos rancheros de silla y reata, fieles servidores, de toda la confianza de los patrones. Era muy común encontrar por las calles pesadas carretas tiradas por bueyes, a los que arriaban con un otate o pica, carretas cargadas con variedad de cosas; trigo, calabazas, costales con mazorcas, etcétera, o bien vacías de regreso a las haciendas.

Con frecuencia se veía llegar carretones que venían de los ranchos que traían amarrado, estirando del pescuezo a un pobre perro metido debajo del carretón para protegerlo de los ardientes rayos del sol; un can corriente, flaco y peludo, de cola arriscada, que caminaba con la lengua de fuera, jadeante, sediento y hambriento. Un caso por demás curioso, de dar risa y lástima.

El antiguo Hospital Civil de la Capital estaba situado junto al templo de San Juan de Dios, en la calle de Victoria, fundado el año de 1719 según un escudo de armas que tiene en lo alto, frente a la puerta principal, con escalones para subir a un segundo piso de ladrillo, en donde había salas generales y departamentos para dementes o enfermos mentales, con un patio grande o jardín que daba a la calle de Baca Ortiz, frente a lo que llamamos Alameda, lo que posteriormente sería la escuela Guadalupe Victoria.

Por el lado oriente en la calle del Parque hoy Victoria había una puerta falsa de servicio, por la que diariamente salía un carro de dos ruedas acondicionado en forma de una petaca con puerta hacia arriba, era la carroza de aquellos años, tirado por un endeble caballo; carruaje donde metían los cadáveres de los pobres que fallecían para irlos a dejar al panteón y darles sepultura en la fosa común; algunos completamente desnudos, muchas veces iban amontonados, cuatro o cinco de ambos sexos. Por lo visto no tenían dolientes estos desamparados y desdichados, ni siquiera había compasión de sus semejantes.

Para finales del siglo XIX y hasta 1924 surgió un nuevo método de transporte urbano masivo en la ciudad y este consistía en los tranvías de mulitas que corrían de su terminal situada a media cuadra de la calle Principal, (5 de Febrero) entre Apartado y Regato hasta el panteón de Oriente; de aquí regresaban por toda la calle de 5 de Febrero y daban vuelta en Constitución hacia el norte, doblando en la calle de La Pila (Aquiles Serdán), hasta llegar a los Baños de las Canoas; de regreso entraban por la calle de Independencia rumbo al norte, tocando El Tepeyac y El Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe.

Se abrieron varias rutas dentro de la pequeña mancha urbana y el servicio era diario y costaba solamente 0.03 centavos el pasaje; este medio de transporte aunque muy deficiente era indispensable pare los habitantes en su continuo ir y venir. Había tranvías abiertos » cerrados, pare verano y para invierno. Los días 1 y 2 de noviembre y 12 de diciembre los transportes eran dobles porque pegaban de a das tranvías para mayor servicio al público y más rápido, pero levantaban gran polvareda cuando aceleraban su carrera. De San Antonio al centro, a las Canoas, al Santuario, al Panteón.

Información obtenida de las actas de cabildo y del libro como era nuestra ciudad de R. López (El Prieto López), las imágenes fueron obtenidas del grupo «Durango Antiguo» del Facebook.

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