Por: Nallely Urbina
Es miércoles, día para ponerse en forma tal como lo amerita el sexoservicio, comentó Michel, quien trabaja en ello desde hace siete años y apenas tiene 21.
Hizo cuentas y admitió mientras sonríe que empezó a los 14 años, luego de conocer a «unas amistades» de Chiapas.
«A mí siempre se me dio desde muy pequeña la libertad en la calle», dijo, aunque admitió que inició «en este ambiente» para obtener dinero.
En la casa donde vive, la acompaña una amiga, Alejandra, quien se identificó como chica travesti, ella no es sexoservidora pero está ahí para apoyar a Michel. Tiene especial interés en denunciar que las mujeres trans sexoservidoras sufren más discriminación por parte de la misma diversidad sexual que de otros sectores.
«Lamentablemente sufrimos mucho de parte de nuestra misma comunidad», dijo.
Hace siete años Michel conocía a 30 «chicas» trans sexoservidoras que trabajaban en la ciudad de Durango, pero ahora hay unas 50.
La joven delgada, de cabello negro y tez morena, enfrentó varios ataques, pero dijo que no por prestar servicios sexuales, sino por los robos, que son usuales de sexoservidora al cliente, aunque también ellas son víctimas de hombres que no quieren pagar.
Ella es conocida porque no roba, además de interceder por sus compañeras ante autoridades para que las dejen trabajar; sin embargo, no hace más de un mes que fue torturada.
«Cuando salimos del hotel nos echaron el carro encima, me agarraron del pelo, me echaron para un carro, me amarraron de las manos y me vendaron los ojos, duré todo un día, me dieron toques, me echaron gasolina en los pies, con una secadora me la pasaron por todo el cuerpo, me golpearon», narró Michel.
Esto ocurrió luego de que «una compañera» robó cinco mil pesos y un celular. El hecho quedó impune, ya que cuando eres sexoservidora no hay garantías, así lo muestran los casos de violencia que son comunes en las avenidas de la ciudad.
«Hace poquito llegaron y golpearon a una en el bulevar», recordó.
«Pero no hace falta ser sexoservidora para un ataque», añadió Alejandra.
«A una amiga un chavo la invitó a pasear, yo me alcancé a bajar de la camioneta y al día siguiente me habló que la dejaron al pie de carretera».
En este contexto ambas ya ven normal, el tener que pagar por seguridad. «Hay clientes que no te quieren pagar el servicio, te desnudan y te tiran al pie de carretera», dijo Alejandra, al admitir que si es común que «se acerquen a ofrecer protección», y en este ambiente es preferible pagar.
Michel consideró que una forma de reducir los ataques contra las sexoservidoras, es la creación de una zona de tolerancia en Durango.
«Porque hay muchas chicas que se dedican a robar, yo he ido a Mazatán, a Ciudad de México y he visto que en las zona rosa para trabajar, los clientes llegan y las ubican directamente», explicó.
Mientras tanto en Durango, hay sexoservidoras que usurpan nombres. «Se van con el cliente, entonces le dicen me llamo fulana de tal, dan tu nombre y se pierden, y te levantan a ti», dijo. Michel, tal parece que esta es la forma más común de solucionar un robo en las madrugadas sobre bulevares como Domingo Arrieta, o calles del centro de la ciudad.
Por esto Alejandra reiteró que la zona de tolerancia, «es beneficio para ambas partes, para las trabajadoras sexuales y para el cliente, un lugar aprobado».
En este contexto, platicaron que la percepción de las alrededor de 50 mujeres trans dedicadas a esto en la ciudad de Durango, es que solo la impunidad y la discriminación las acompaña, incluso la misma comunidad de la diversidad las rechaza por dedicarse al sexoservicio, y las autoridades tampoco generan circunstancias en las que se respete su dignidad.
«Hay que tener los pies bien puestos para poder trabajar en esto, porque no cualquiera dura bastante tiempo, corriendo el riesgo», afirmó Michel.
«Muchos de la comunidad son reinas y todo pero ni en su casa saben que son travestis, entonces irte todavía a una esquina, no lo creo», comentó Alejandra.
Las mujeres trans dedicadas al sexoservicio en Durango incrementaron, y aunque no se tiene una cifra se sabe que muchas iniciaron de niñas o de adolescentes como Michel, cuyas experiencias evidencian la falta de políticas públicas para garantizar su seguridad y dignidad.
Como dijo Alejandra, en Durango «ser sexoservidora es un tabú aquí».
Michel representó a la entidad en concursos nacionales, y se ganó la admiración de personas como Alejandra. Ella dijo que el sexoservicio es un trabajo que requiere de mucho valor «porque perderle el asco a un hombre es muy difícil, pero a veces por la necesidad tienes que doblegarte, no sabes ni con quien te vas y no sabes si te vas y ya no regreses».