Alrededor de 450 mineros amenazaron y golpearon a ejidatarios de Panuco de Coronado que protestaron por la contaminación que arroja la mina de San José de Avino.
Los campesinos protestaron por la construcción de una presa de jales en una parte alta y que, en consecuencia, contamina tierras abajo, donde hay pozos de agua y una escuela.
Esta protesta inició hace varios días, los ejidatarios trozaron una manguera de agua que alimenta los servicios de la mina y cerraron el acceso al área donde guardan la dinamita.
Desafortunadamente, la mañana de este martes se tuvo un conato provocado por un grupo de mineros que fueron enviados -lo más seguro- para desalojar por la fuerza a los campesinos.
A través del portal de noticias ‘Panorama Informativo’, el señor Candelario Arango, narró que trabajadores de la mina llegaron hasta donde tienen su campamento de protesta y les exigieron que se retirarán porque de lo contrario los echarían a la fuerza.
«Comenzaron a discutir y les dijimos que no, que no se trata de eso, no venimos a pelear con los trabajadores, los invitamos a tener un diálogo sobre la presa de jales y les pedimos ayuda, que le hablarán a su patrón para dialogar y llegar a un acuerdo», expresó.
Sin embargo, mencionó Candelario Arango García, siguieron las amenazas y les dieron 15 minutos para que se fueran, en ese momento llegaron compañeros del pueblo y anunciaron la llegada de una autoridad y decidieron no abandonar esa área.
La reacción de los mineros fue retroceder hacia arriba del cerro, pero solo fue para sorprenderlos, los superaban en número, y se abalanzaron sobre los ejidatarios, hubo golpes y dejaron varios campesinos lesionados, descalabrados a pedradas.
Los ejidatarios de Panuco de Coronado, ubicado en el municipio con el mismo nombre, pidieron la presencia de autoridades del Gobierno del estado de Durango, es urgente porque esta protesta ya subió de tono, ya hubo golpes y el pueblo está muy molesto.
Las fuerzas de seguridad, la policía municipal y estatal, llegó horas después, ya cuando los campesinos habían bajado al pueblo para curar sus heridas.
Por: Antonio Gaytán
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