Por: Manuel Díaz

La comunidad El Pozole I, que se ubica a 15 minutos de la cabecera municipal de Canatlán, es testigo de la enfermedad que está matando a los árboles de pera, las autoridades no investigan, no atienden el llamado de los campesinos.

Los perales se están muriendo a consecuencia de la enfermedad que lleva por nombre “Tizón de Fuego”. No se le puede llamar plaga porque no tiene las características de una invasión de hongos o de pequeños animales, compartió el campesino Jesús Delgado.

Los registros de la enfermedad del “Tizón de fuego” datan desde los años de 1940, era un padecimiento que ocurría de forma esporádica. Pero desde el año 2016, este “virus”, extermina de forma acelerada los cultivos de peras.

Una enfermedad que afortunadamente discrimina a otros cultivos 

Durante los meses de febrero y marzo comienza a florear el árbol de peras, y desde hace tres años, el “Tizón de Fuego” arremete con fuerza, porque extermina la flor, las ramas y por consiguiente ya no se logra la cosecha de este fruto.

La manera que ataca es “quemando” desde el interior la flor y ramas del peral, por la noche el árbol se ve sano, sin ningún problema, pero a la mañana del siguiente día, amanecen “quemadas” las ramas y sus flores.

El color negro, como cuando se enciende una fogata, es la tonalidad que agarran las ramas y las flores de los perales, cuando son atacadas por el “Tizón de Fuego”. La diferencia radica en que el virus que incendia o ataca a estos árboles lo hace desde el interior.

Hasta antes del año 2015, se cosechaban un promedio de 3 mil rejas de peras, de una huerta de 500 perales, pero con el «virus», a partir del 2016, difícilmente se llega a las 800 rejas cosechadas.

Ya se tienen registros en la comunidad El Pozole I, de que el “Tizón de Fuego”, está quemando por completo a los árboles jóvenes de peras. El virus ataca a la flor, luego a la rama y de ahí se traslada a la raíz, por lo que provoca la muerte.

La historia del Tizón de Fuego. ¿Cómo llegó a Canatlán?

Y en los árboles adultos de peras, desde hace tres años, la invasión del “Tizón de fuego” es más invasiva, porque aumenta el porcentaje de ramas y flores quemadas. De seguir esta situación, en unos cinco años, este virus podría matar también a los árboles que son adultos.

Cuando vienen los paisanos, platican que también ataca a los cultivos de peras en poblados que se ubican en Washington, Estados Unidos. Una situación que llama la atención, porque los perales que se tienen sembrados en la comunidad El Pozole I y en otras zonas del municipio de Canatlán, fueron traídos desde ese país.

Hace unos 70 años, los paisanos comenzaron a traer perales de Estados Unidos y fueron sembrados en las huertas de diferentes comunidades rurales de Canatlán. Luego los campesinos comenzaron a realizar injertos con los árboles originarios de esta zona. Con el objetivo de aumentar el número de perales.

Resulta curioso que la enfermedad del “Tizón de Fuego”, únicamente extermina a los árboles de peras, porque no ataca al manzano ni a ningún otro cultivo, que es sembrado en el municipio de Canatlán.

Desde la raíz los árboles se queman por la enfermedad del «Tizón de Fuego»

Alrededor de 40 campesinos son afectados por el exterminio de peras que provoca el “Tizón de Fuego”, un problema que repercute en la economía de los agricultores, porque se vende una menor cantidad de peras.

También se contrata personal para que arranque las ramas quemadas de los perales, “y sale uno poniendo más dinero del que se gana”.

El arrancar las ramas quemadas, podando lo que no sirve de los perales, porque fue atacado, es la solución que se encontró para enfrentar este padecimiento que sufren estos árboles. Hay quienes también queman las ramas, una vez que fueron podadas.

«Las autoridades municipales no hacen nada, no vienen a investigar, no otorgan una solución para terminar o reducir el impacto del ‘Tizón de Fuego’. Se tiene conocimiento que también se ha acudido a instancias estatales. Pero no mandan a personal especializado para resolver la infección», finalizó el campesino, Jesús Delgado.