Por: Eduardo Ortega Solano

Rumbo al proceso electoral del 2024, el más grande de la historia de nuestro país, pudiera parecer que los mexicanos nos encontramos altamente politizados, además de que contamos con un cúmulo de información disponible con un celular en la palma de la mano, sin embargo, lo que mayoritariamente existe son fans u odiadores en torno a la figura de López Obrador (AMLO). En un frente se encuentran los “amlovers”, incapaces de reconocer el menor yerro de su guía y pastor, del otro lado, en una postura antípoda e igual de desacertada, se encuentran los “amlofóbicos”, negados a aceptar el menor acierto presidencial.

Ignorar los medios tradicionales de comunicación, como prensa, radio, televisión, así como las redes sociales, seguramente nos mantendrán desinformados, pero atenderlas puede ocasionar que estemos mal informados, situación que a la postre resulta más negativa. Y es que las campañas negras, rumores, fake news, memes, bots y demás, mezclados con datos verdaderos, han generado una “infodemia”, entendiéndose como un exceso de información la cual resulta imposible discernir entre la falsa y la verdadera.

Resultado del próximo proceso electoral, tendremos la primera presidenta en México, y hoy por hoy resulta impensable que el candidato de Movimiento Ciudadano (MC) pueda cambiar esta tendencia, sin embargo, de llegar a posicionarse como una tercera vía, cosa que hoy se ve muy complicado, pudiera influir de forma importante en la configuración camaral.

En este momento, los candidatos carecen de peso propio. Álvarez Máynez “es lo que hay” para los que no quieren votar por Morena o la alianza. Xóchitl significa el final de AMLO y la Cuarta Transformación y Claudia es la continuación del camino marcado por el patriarca. Hoy, ninguna candidatura significa un liderazgo fuera de lo que representa. A pesar de las largas campañas anticipadas, estas “no prenden”, spot y slogan solo saturan, fuera de sus huestes ya comprometidas, no entusiasman a nadie. El próximo domingo 7 de abril tendremos el primer debate presidencial, el cual contempló la posibilidad de motivar a la ciudadanía por la viabilidad de participar con preguntas en redes sociales, sin embargo, la criba de estas y lo rígido del formato permite augurar que, como la mayoría de los debates, pasará sin pena ni gloria.

Ni siquiera la intervención de la Iglesia Católica, con la firma de los candidatos del “Compromiso Nacional por la paz», logró sacar a este proceso del letargo que se está viviendo, y a pesar que este ente exhortó a los candidatos a no utilizar “La Paz” como slogan de campaña, se sigue usando, aunque sea de una forma velada. Lo que queda claro es que fuera de discursos de campaña, aún no existen propuestas serias y menos que vayan acompañadas de algún plan o estrategia que les dé viabilidad.

Por lo pronto, para estar realmente informado es importante comprobar fuentes y autores, además de comprobar otras fuentes. Mantener una postura analítica y crítica, además de entender la diferencia entre noticia y artículo de opinión, verificar autenticidad de hechos e imágenes, además de entender que puntos de vista diferentes y diversidad de opiniones es válido y no significa estar equivocado.

Los candidatos pueden prometer…  ¡hasta lo que saben que no pueden cumplir!, es fundamental preguntar ¿cómo lo harán?, y sobre todo, ¿qué han hecho? Prometer no empobrece.