POR: JUAN FRANCISCO ARROYO HERRERA

Alguna vez el buen amigo Mundo Miranda (en Gloria esté), cuyo nombre fulgura en la cartelera de los grandes del Norte, a una pregunta que le hice sobre sus proyectos me contestó con esta reflexión: “los viejitos dicen lo que hicieron, los niños lo que están haciendo, pero solo los pentontos dicen lo que van a hacer”. Contraviniendo el consejo del gran cantante norteño y a propósito de este género, les confieso que estoy trabajando en una historia de la música norteña clásica, cuyo concepto exploraremos más adelante.
Como buen ranchero, soy amante de esa variante norteña desde niño, sin rechazar todas las demás modalidades, con inclusión, claro está, de la ranchera, sin faltar don Javier Solís. Esta proclividad me ha empujado a conocer sus orígenes, y aunque usted no lo crea ni siquiera en Nuevo León que es su cuna, existe tan siquiera un ensayo sobre el tema. Si bien los analistas han mencionado algunos de los pioneros, muy pronto se pierden confundiendo ese estilo con la música grupera o la chicana.
Esto me ha llevado años de investigación, que fueron muy difíciles por la falta de fuentes donde buscar antecedentes. La presencia de internet facilita las cosas y la posibilidad de buscar aquí y allá para encontrar datos muy interesantes. Los que han intentado ahondar en el tema, citan a los Alegres de Terán como los fundadores e iniciadores; sin embargo, lo que sí le aseguro desde ahora es que los creadores, los embrionarios, son los Montañeses del Álamo a iniciativa de don Pedro Mier, que incluyó a sus hijos Nicandro (con quién platiqué varias veces) y Jaime para dar vida a la primer agrupación. Mis pesquisas me llevaron a encontrar un disco que contiene grabaciones a partir de 1940, año que acota su nacimiento.
Luego de ellos siguieron los Gorriones del Topo Chico, creados por don Víctor González Duque y don José González Pérez (a quien entrevisté en varias ocasiones), desde el año de mil novecientos cuarenta y cinco, aunque sus acetatos aparecieron en la década de los cincuenta. A la muerte de don Víctor asumió la dirección don José González, quien tocaba magistralmente el acordeón y el saxofón con la misma experticia, siendo por consiguiente él quien ensambló acordeón y saxofón en ese género, ya que los Montañeses usaban flauta, violín, tololoche, saxofón y guitarra. Así se institucionalizaron acordeón y saxofón como imprescindibles, solo que algunos grupos eliminan el saxofón, sobre todo cuando el acordeonista es el titular del conjunto y desde luego prefiere realzar el instrumento por él ejecutado.
Así pues, las dos agrupaciones anteriores fueron las iniciadoras de la música norteña, es hasta mil novecientos cincuenta y tres cuando don Tomás Ortiz y Eugenio Ábrego fundan los Alegres de Terán. Es cierto que años atrás ya aparecían en el medio, junto con don Ramiro Cavazos como Ábrego, Ortiz y Cavazos. Al separarse don Ramiro da forma a los Donneños junto con Mario Montes. Continuamente surgen los hermanos Prado, los Rancheritos del Topo Chico y una pléyade de conjuntos que iremos desgranando en el trabajo que le comento; que obviamente con todo y el acervo que se ha reunido va a estar incompleto, en virtud de que las fechas de iniciación de los protagonistas así como la separación de un grupo para pasar a otro, cambio de nombres dificultan sus periodos.
En cuanto a los cantantes norteños, ni que decir; Pedro Yerena es al bolero norteño, lo que Javier Solís fue al bolero ranchero. Inmediatamente después aparecen su compadre, compañero de giras y como dueto, Juan Montoya (con ambos cultivé una buena relación), terciando Juan Salazar, una de cuyas características era que en un disco LP lo acompañaban hasta cinco o seis grupos diferentes dependiendo la interpretación y los arreglos que requería la melodía.