POR: JUAN FRANCISCO ARROYO HERRERA

La familia Ingalls, los Pioneros, Paraíso, son entre otras las series televisivas que tratan de informarnos las peripecias de los primeros inmigrantes ingleses que llegaron como colonizadores a las tierras del norte de américa. Intentan narrar las vicisitudes de los iniciales pobladores que se decantaron por el cultivo de las tierras y muy pronto los más nefastos le encontraron el modo, cuando compraron esclavos para sembrarlas y crear extensas plantaciones con variadas semillas, y ese status, detonaría la guerra intestina habida en el vecino país.
Otra vertiente, pero en la cinematografía, fueron las cintas de vaqueros contra aborígenes, aguerridos mexicanos, bandoleros de diferente ralea en las que invariablemente se alzaban con la victoria, ojiverdes, ojiazules, altos, fornidos y forzudos hombrones de una inconmensurable valentía. No se diga la relampagueante rapidez en el uso de las pistolas con las que exterminaban bandas completas de forajidos u hordas de indígenas.  Estos, lo único que hacían era defender sus territorios, usos, costumbres, posesiones y propiedades originarias.
El alma negra de los arribistas europeos pudo más y le siguieron con la fabricación, al comienzo, de armas cortas y largas: pistolas de diversos calibres y rifles de todas marcas, aunque llegó para quedarse el afamado Wínchester que hasta este día ha causado estragos en sus habitantes inmolados por enfermos mentales que con artefactos de repetición han atacado escuelas, centros comerciales y lugares públicos, sin otra razón que sus alucinaciones producto de las drogas o de las secuelas dejadas por quehaceres violentos.
Los Estadounidenses convirtieron el negocio del armamento en una industria encaminada a… la muerte. Por conducto de su brazo ejecutor, la CIA, se han dedicado a provocar golpes de estado, levantamientos, revueltas, revoluciones en aquellos países donde abundan recursos naturales o que son puntos geográficamente estratégicos para el comercio, la navegación, la explotación, etc. de los que luego se apropian, a costa de lo que sea incluso el genocidio. La venta de armamento fue muy boyante, pero luego les acarreo descalabros.
Uno fue la derrota en Vietnam, a la que le siguieron otras noches tristes, siendo la última el conflicto ucraniano del que quisieron obtener pingües beneficios, amén de asentarse en aquellas frías tierras. Literalmente le salió el tiro por la culata. Está el estigma de la muerte de su presidente, quizá el más aceptado, J.F. Kennedy, y en tiempos más cercanos el ataque a las torres gemelas, donde las milicias, los marines, la CIA, el FBI.  En síntesis, la inteligencia norteamericana fue humillada.
Hablando de profanaciones, recordemos que Israel, ante el asedio de sus enemigos vecinos, y judíos inconformes con el comportamiento de sus líderes, creó el Mosad, oficina de inteligencia que ha ostentado en todo el mundo un prestigio desde sus inicios.  Dados los rudos, intensos y sacrificantes entrenamientos físicos y mentales de sus agentes. Los servicios de espionaje de todo el orbe son su estandarte. Tan es así que su asesoría es apetecida por las naciones, en materia de criminalidad, delincuencia organizada y otros ilícitos que requieren una atención especializada. No obstante, esa imagen, admirada por muchos, fue rota cuando el cuatro de noviembre de mil novecientos noventa y cinco, el ultra nacionalista israelí Yigal Amir a quemarropa, en pleno día y públicamente disparó al primer Ministro Isaac Rabin, que poco después falleciera a causa de los proyectiles incrustados en órganos vitales.
Pero tal vez la afrenta que nunca olvidarán es la de este sábado a cargo de los palestinos, a las fuerzas de Israel.  En la madrugada irrumpieron y traspusieron las fronteras para iniciar un sorpresivo ataque que los agarró con las manos cruzadas. Es cierto que poco después respondieron, sin embargo, los daños sufridos hasta ahora han sido contundentes.  Ojalá el conflicto no tenga alcances mayores.