Por: Juan Francisco Arroyo Herrera

Como es conocido por usted, por todo México, Latinoamérica y otras partes del mundo, el pasado domingo se congregaron en el zócalo de la capital de la República connacionales procedentes de todas las entidades del país, abarrotando el emblemático lugar y calles adyacentes para escuchar el mensaje que la presidenta Claudia Sheinbaum daría a los mexicanos en respuesta a la alevosa y, ya que andamos en  terminología penal,  la  brutal ferocidad de Donald Trump, que unilateral y arbitrariamente subió aranceles a los productos procedentes de México.

A pesar de que días antes el greñudo mandatario ya había anunciado que suspendería hasta abril su decisión, como ya estaba convocado el evento, siguió adelante su organización, lo que sirvió para ratificar el apoyo que los mexicanos le damos en su quehacer gubernamental. Quedó demostrado con creces, aunque para esa fecha ya circulaba la encuesta que la coloca con un 85% de apoyo, lo que indica que incluso quienes no votaron por ella ya se decantaron por la doctora.

Pero quiero destacar un sucedido en el evento, que algunos envidiosos quisieron magnificar cuando que fue un incidente baladí; máxime que al mejor cazador se le va la liebre, como a la mejor cocinera se le escapa un tomate entero. Resulta que Adán Augusto López, Ricardo Monreal, Manuel Velasco, Luisa María Alcalde y otros, quisieron tomarse la foto con Andrés Manuel López Beltrán en el momento en que a sus espaldas pasaba saludando a la concurrencia la señora presidenta. Como los fotogénicos estaban en Babilonia, les pasó de noche su presencia, y ella como educada dama que es no interrumpió la toma.

Segundos después, los antimorenistas, políticos, periodistas, detractores, malquerientes, chismosos y demás aprovecharon para gritar que aquello fue un desaire, preludio del rompimiento del partido con doña Claudia. Por lo visto, nada les han enseñado los años a tales chirinoleros, toda vez que cualquier mexicano, empresario, industrial, legislador o quien quiera que sea, pecaría de estúpido al romper una relación de esa naturaleza y más aún, como bien dijimos antes, cuando la popularidad y fuerza de ella anda más allá de las nubes, circunstancia que es reconocida a nivel internacional.

Así pues, inocentes pobres amigos, busquen mejores temas para criticar con elementos ciertos e indubitables el trabajo presidencial. Por lo visto, no solamente los señores diputados y senadores de oposición incurren en aberrantes  desatinos en sus exposiciones parlamentarias, sino que la oposición  anda por los mismos rumbos.

Recuerdo que alguna vez mi entrañable amigo y compadre Luis Ángel Tejada Espino de feliz memoria utilizando como símil un proverbio religioso me comentó que en México no se movía la hoja de un árbol si no era por voluntad del presidente o de los gobernadores en los estados. Y que eso sucedería si no por los siglos de los siglos.

A juicio mío, ya no es así, puesto que en el sexenio de Andrés Manuel López Obrador y lo que lleva Claudia es casi un sacramento respetar la libertad de expresión, tan es así que, en su día, AMLO fue objeto de insultos, injurias y groserías, como lo es ahora Claudia y nada sucedió a los responsables.

Concluyo: de que haya una desbandada en Morena y un rompimiento con el gobierno, no lo verán sus ojos.