Thierry Moser, sacerdote católico y exorcista, tiene la misión de aliviar el sufrimiento de personas que se creen poseídas, al tiempo que combate los clichés sobre esta antigua práctica. Moser considera que el exorcismo es una respuesta a ciertos males de la modernidad, y su labor consiste en enfrentar tanto los problemas espirituales de sus pacientes como las ideas preconcebidas que existen sobre el tema. Formado en psicología clínica y ordenado sacerdote en 2009, Moser realiza unos 200 exorcismos al año en Bruselas, tratando de cubrir la creciente demanda.

Desde 2014, cuando el Vaticano reconoció oficialmente a la Asociación Internacional de Exorcistas, la práctica ha ganado legitimidad dentro de la Iglesia Católica. En Bélgica, los obispos de las ocho diócesis han nombrado a un sacerdote exorcista en cada región. Moser, junto a su equipo, realiza las sesiones en un barrio obrero de Bruselas, atendiendo a personas de diversas creencias, no solo católicos. A pesar de la falta de cifras oficiales sobre cuántos recurren a exorcismos, se estima que la demanda es considerable, con lugares como la abadía de Averbode respondiendo a más de mil solicitudes anuales.

El perfil de quienes buscan un exorcismo es variado: desde personas que enfrentan dificultades personales o profesionales, hasta aquellos que padecen síntomas inexplicables como dolores o pesadillas. Moser y su equipo los reciben sin juzgarlos, ofreciendo un espacio de apoyo espiritual. Para algunos, los demonios que enfrentan son más simbólicos, reflejando los retos de sus vidas, mientras que para otros, las experiencias son profundamente perturbadoras. Jacques Beckand, diácono y parte del equipo, comenta que se sienten como un “hospital de campaña” para personas que enfrentan desafíos espirituales.

La práctica del exorcismo, aunque vista con escepticismo por algunos, tiene raíces profundas en la tradición cristiana, mencionada incluso en los Evangelios. Sin embargo, sufrió un declive en el siglo XX hasta que fue revitalizada por la cultura popular, sobre todo con el estreno de la película *El exorcista* en 1973. Según Kristof Smeyers, investigador de la Universidad Católica de Lovaina, el impacto de esa película fue inmediato, provocando un aumento en el número de personas que creían estar poseídas. El auge del televangelismo en Estados Unidos también contribuyó a este resurgimiento.

A pesar de la creciente demanda, Moser y su equipo mantienen que su trabajo no tiene nada que ver con la magia o el espectáculo. Siguen un riguroso protocolo basado en el ‘Rito de Exorcismo Mayor’, un texto litúrgico que solo puede utilizarse con permiso expreso de la Iglesia. La sesión comienza con oraciones preparatorias entre los miembros del equipo, seguidas por la inclusión de la persona que busca ayuda. Aunque el proceso puede parecer misterioso para algunos, Moser y Beckand insisten en que su objetivo es restaurar la relación entre la persona y Dios, ayudándoles a encontrar paz en medio de sus tormentos.