En lo profundo de la República Democrática del Congo, una sombra de muerte se ha cernido sobre las aldeas remotas de la provincia de Équateur.

Desde el 16 de febrero, se han registrado al menos 431 casos y 53 muertes en dos focos distintos de infección dentro de las zonas de salud de Basankusu y Bolomba. La rapidez con la que la enfermedad se propaga y su alarmante tasa de letalidad —especialmente en la zona de Bolomba, donde alcanza el 66.7%— han elevado las alertas de un posible agente infeccioso grave o incluso una sustancia tóxica desconocida.

El brote más severo se ha reportado en la aldea de Bomate, en la zona de Basankusu, donde 45 personas han muerto de un total de 419 infectados. Según la OMS, casi la mitad de las víctimas sucumbieron en menos de 48 horas tras la aparición de síntomas como fiebre, dolor corporal, vómitos y diarrea.

El brote representa una importante amenaza para la salud pública, advirtió la OMS

Hasta ahora, los análisis han descartado la presencia de los temidos virus del Ébola y Marburgo, lo que deja abiertas múltiples hipótesis sobre el origen de la enfermedad. Entre las posibles causas bajo investigación se encuentran el paludismo, la fiebre tifoidea, la meningitis o alguna fiebre hemorrágica de origen viral aún no identificada.

Mientras tanto, un segundo brote más reducido pero igualmente preocupante se ha documentado en la aldea de Boloko, en la zona de Bolomba. En este caso, la enfermedad ha cobrado la vida de ocho personas de un total de 12 casos. Curiosamente, los primeros infectados fueron niños menores de cinco años que, antes de enfermar, habían ingerido el cadáver de un murciélago.

Poco después, otros habitantes del pueblo, así como de la cercana aldea de Dondo, presentaron síntomas similares: fiebre, fatiga extrema y, en casos avanzados, hemorragias nasales y vómito con sangre.

NO HAY VÍNCULOS ENTRE LOS DOS BROTES

La OMS ha confirmado que no existen, hasta el momento, vínculos epidemiológicos entre ambos brotes, lo que aumenta la incertidumbre sobre su naturaleza. Sin embargo, la velocidad con la que han surgido los casos y la elevada mortalidad en algunos de los afectados hacen que la situación sea calificada como una seria amenaza para la salud pública.

Las investigaciones siguen en curso, con un equipo de especialistas desplazado a la región para recopilar muestras y analizar posibles factores ambientales que pudieran estar contribuyendo a la propagación del mal. En un esfuerzo por evitar un desastre mayor, las autoridades locales, en conjunto con organismos internacionales, han intensificado las medidas de control sanitario y el suministro de insumos médicos en las zonas afectadas.

Sin embargo, la realidad es cruda: los centros de salud en Basankusu y Ekoto están al borde del colapso, con recursos insuficientes para atender a la creciente cantidad de enfermos. Mientras tanto, el acceso a las aldeas afectadas sigue siendo complicado debido a la geografía remota y la limitada infraestructura de la región.

UN DESAFÍO SIN PRECEDENTES

Expertos en salud pública advierten que, si bien enfermedades desconocidas han surgido en el pasado en la región, la combinación de una letalidad elevada, una propagación rápida y la incertidumbre sobre su origen hacen que este brote represente un desafío sin precedentes. Se están llevando a cabo análisis avanzados, incluido el uso de secuenciación metagenómica, para tratar de identificar el patógeno responsable de esta tragedia.

El tiempo es un enemigo implacable en esta carrera contra la enfermedad. A medida que los días avanzan y las muertes se acumulan, la incertidumbre sigue siendo la única certeza en esta crisis.