Guayaquil, una de las ciudades más violentas de América Latina, se enfrenta a una amenaza medioambiental significativa debido a la proliferación de la cochinilla algodonosa, un insecto voraz que ha dejado árboles deshojados y marchitos en la ciudad.

Los escasos parques, considerados oasis preciados en medio de la urbe, se han visto afectados, y emblemáticos cultivos como el banano, del cual Ecuador es el principal exportador mundial, también están en riesgo.

La pandemia de COVID-19 en 2020 dificultó el control de la expansión de esta plaga, que ha impactado negativamente la calidad de vida en una ciudad que valora enormemente sus áreas verdes como espacios de esparcimiento para sus 2,7 millones de habitantes.

Las autoridades locales y las asociaciones de vecinos se han unido para abordar la situación y frenar la propagación de la cochinilla, que no solo afecta a los árboles, sino que también representa una amenaza seria para la industria bananera, un pilar fundamental de la economía ecuatoriana.

Grupos de mujeres se han organizado para realizar labores de limpieza y tratamiento de la vegetación enferma, implementando técnicas no químicas para contrarrestar la plaga.

La endoterapia, un método que implica la inyección de insecticidas sistémicos en los troncos de los árboles, ha sido una de las estrategias utilizadas para combatir la cochinilla.

La entomóloga Miriam Arias, de la Universidad de Especialidades Espíritu Santo (UEES), advierte sobre el impacto potencial de la cochinilla en la industria bananera de Ecuador, que representa un porcentaje significativo de las exportaciones del país.

La dispersión de la plaga es un riesgo antropogénico, ya que una sola hoja infectada puede transportar cientos de huevos de cochinilla.

A pesar de los esfuerzos de las autoridades locales, expertos como Arias abogan por un enfoque biológico para el control de la plaga, utilizando depredadores naturales como la mariquita Novius punicus y avispas para combatir la cochinilla de manera sostenible.

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