En Virginia, Estados Unidos, una mujer en su lecho de muerte pidió que sacrificaran a su perrita para que la pudiera acompañar eternamente, pues era fanática de esa vieja tradición indú.

La dueña de la perrita de raza Shih Tzu estaba muy enferma y era inevitable su final.

Al enterarse de la petición de la señora, algunos voluntarios de un refugio de animales cercano intentaron convencerla y evitar la muerte de la perrita, sin embargo, no lo consiguieron.

Dos semanas después del fallecimiento de la señora, el animal fue sacrificado y enterrado junto a ella.

En Estados Unidos no existe una ley que prohíba asesinar a un animal que se encuentre con buena salud, esto queda a decisión del dueño.