¿Qué puede ser peor que encontrarse un asqueroso gusano? Tener uno en el cerebro, sin duda. Esto lo aprendió a la mala una mujer de Nueva York que vivió, sin saberlo, con un gusano durante un año.

De acuerdo con información del canal ABC7NY, en enero del 2008 Rachel Palma comenzó a notar cambios en su salud: dejaba caer objetos sin explicación y comenzó a olvidar palabras.

Palma, una mujer de 42 años que se preparaba para enfrentar una larga batalla contra el cáncer, debido a un aparente tumor cerebral, quedó en shock luego de que los doctores descubrieron a una taenia (tenia o solitaria) paseando por su cerebro.

Al acudir a un especialista, que tomó una resonancia magnética de su cerebro, las imágenes de ésta representaban un aparente tumor cerebral. Para Rachel el diagnóstico fue desalentador y ya se preparaba para enfrentar una larga batalla para salvar su vida contra el cáncer.

Sumado a esto, tenía pesadillas y alucinaciones.

No imaginó que finalmente los problemas se debieran a este parásito, y aunque le alegra de no tener cáncer, reconoce que cuando los médicos le contaron lo que descubrieron “paseando” en su cerebro, una especie de terror recorrió su cuerpo.

Cuando entró a cirugía los doctores notaron que una taenia (también conocida como solitaria) se deslizaba por el cerebro de Rachel.

“Apenas abrimos el cerebro, la taenia intentó escapar por la lesión”, explicó el  doctor Jonathan Rasouli, jefe de cirugía en la Escuela de Medicina de Icahn, en declaraciones citadas por New York Post.

Normalmente las solitarias salen del cuerpo al tomar antibióticos, sin embargo, el gusano en el cerebro de Rachel había crecido tanto que debió ser retirado con la operación.

«Dejé de hacer preguntas y comencé a celebrar y aprovechar al máximo la vida porque en un instante se puede ir. Pensé que es asqueroso. No sabía que pensar. Me sentí aliviada en ese momento de que no era cáncer y de que no necesitaría tratamiento adicional. No me gustaría especular sobre cómo podría haberlo contraído porque no lo sé”, declaró a la revista Livescience.

Por su parte, Rachel sigue sin explicarse cómo llegó este gusano a su cerebro, no obstante reconoce que sus síntomas desaparecieron desde el momento en que fue removido. “Estoy curada”, dice felizmente la mujer.