Reflexiones

Aceptando la muerte

07/06/2019 - Hace 5 años en Internacional

Aceptando la muerte

Reflexiones | 07/06/2019 - Hace 5 años
Aceptando la muerte

No deja de resultar paradójico que nos cueste tanto aceptar el hecho más cierto de la vida: la muerte. Que todos vamos a morir es una verdad absoluta. Nadie escapa a ese destino y, aún así, pasamos buena parte de la vida tratando de ignorarlo o de evadirlo. Hay quienes incluso eluden hasta los pensamientos o las conversaciones que tengan que ver con la muerte.

No siempre ha sido así. En el antiguo Egipto, por ejemplo, la muerte era un tema diario. Los faraones y los notables, así como los esclavos inclusive, dedicaban buena parte de sus vidas a preparar la muerte. Lo usual era que los hombres de poder diseñaran sus tumbas con suficiente anticipación y suficiente lujo. Eso sí: no creían que la vida terminara con la muerte física.

Asimismo, los antiguos romanos tenían una costumbre muy diciente. Cuando los grandes generales obtenían una victoria militar entraban en la ciudad en medio de un callejón de honor. Eran vitoreados por todos. Sin embargo, detrás de ellos tenía que ir un esclavo repitiéndole una frase al oído: “Memento mori”. Esto quiere decir: “Recuerda que vas a morir”. No querían dañarle el momento, sino recordarle que ningún triunfo es tan grande como para estar por encima de la muerte.

Como quiera que fuera, lo cierto es que la muerte era una realidad que se asumía plenamente. Se aceptaba como un hecho del que era necesario hablar y tener muy presente. Un hecho al que se le otorgaba una explicación simbólica y para el que el ser humano debía prepararse.

La idea de la muerte se fue diluyendo. Comenzó a desaparecer de las inquietudes del hombre de a pie. El tiempo de la reflexión ha sido casi totalmente sustituido por el tiempo del trabajo y el ritmo de los acontecimientos apenas si permite pensar en cómo organizar la hora siguiente. Es como si la muerte se hubiera convertido en una sorpresa catastrófica, que siempre toma por asalto la realidad.

Tan intensa es la negación de la muerte, que incluso muchos se niegan a vivir el duelo, una vez que se presenta. Tratan de “salir de eso” rápidamente. Volver a sus rutinas cuanto antes. Volver a sus preocupaciones de siempre. Fingir que es una realidad ajena, o, en todo caso, lejana.

¿Y para qué sirve pensar en la muerte y aceptarla como un hecho ineludible?, se preguntan muchos. La respuesta está en esas depresiones, ansiedades o intolerancias que se instalan como un quiste, sin saber por qué. Quizás aceptar la nada, la muerte, sea un camino excepcional para aprender a vivir la vida. Quizás si hay mayor conciencia de que todo termina, también aparecen razones de fondo para darle sentido a este día de hoy, el único que tenemos.

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