Aferrados a la lástima
En la vida podemos estrellarnos muchas veces contra una misma pared por dar lastima, antes de que finalmente nos demos cuenta de que es momento de parar, de redireccionar.
Ocurre inclusive que agarramos impulso para dirigirnos justamente hacia donde está nuestra fuente de dolor, donde está aquello a lo cual le hemos cedido el poder de hacernos daño, porque a fin de cuentas, la pared no se nos viene encima en estos casos, sino que voluntariamente y sin presiones vamos nosotros a estrellarnos.
La terquedad de nuestra mente suele llevarnos por caminos escabrosos, cuando el ego no acepta un no, cuando no procesa que las situaciones no darán un resultado diferente al que han manifestado hasta el momento y la necesidad de controlar toma terreno, terminamos por hacernos mucho daño.
Lo más sensato cuando estamos siendo lastimados, cuando nos estamos permitiendo sentir dolor, es tomar una pausa, mirar adentro, escuchar atentamente esa voz que nos intenta guiar y que por lo general la mente procura amordazarla.