El amor a la vida, ¿Otra víctima del COVID?
Por: Luna Felina
Cada día es magia pura, cada rayo de sol rozando la piel, el viento, los colores de las flores, el canto de la aves, las risas y sobre todo, la convivencia con nuestra familia. A todo lo anterior le llamamos vida.
Pero si es tan fascinante, porque justamente ahora que la vida se nos puede escurrir entre los dedos como agua, considerando que el Coronavirus parece no saciar su hambre de almas, tratamos ese maravilloso don con tanto desprecio.
Un domingo cualquiera en la plaza de Armas de la capital de Durango, basta para ver a familias que pasean disfrutando de la vida, pero al mismo tiempo, jugándosela, porque se resisten a utilizar las medidas sanitarias. Muchos caminan sin cubrebocas y llevan a sus hijos igual, ignoran la sana distancia y todo lo demás.
Que irónico que, por un lado demuestren amor y por el otro, lo poco que les importa el bienestar propio y de quienes los rodean.
Muchos oran en las iglesias y piden con fervor el final de la pandemia. Otros rezan por las almas que abandonaron los cuerpos en la soledad de un cuarto de hospital (si es que encontraron).
Sin embargo, afuera de las santas paredes y cúpulas angelicales, esas suplicas no se escuchan. Muchos son los que hacen oídos sordos a las recomendaciones para cuidar su salud y la de los demás.
¿Tan poco vale tu vida y la de tus seres queridos? Ser muy joven ante el panorama que tenemos, no te garantiza el tiempo suficiente para cumplir tus sueños, atesorar vivencias, disfrutar a tus padres o lo que más quieras.
Se supondría que de esta pandemia, tendríamos que aprender a valorar nuestra existencia, las oportunidades, cada soplo de vida que inunda nuestros pulmones.
A veces me pregunto si será necesario sentir la presencia de esa viajera incansable que, con un roce, da por terminado el juego para entonces suplicar por otra oportunidad, cuando en este momento tenemos todas y les restamos valor.
Y tú, ¿Cuánto amas la vida?