La fábula de la luciérnaga
Cuenta una fábula que, en cierta ocasión, una serpiente empezó a perseguir a una luciérnaga. La luciérnaga huía lo más rápido que podía, llena de miedo, ya que la serpiente no desistía en su empeño de alcanzarla.
La luciérnaga pudo huir durante el primer día, pero la serpiente no desistía. Pasaron dos días y la serpiente seguía empeñada en alcanzar a la luciérnaga. Cuando era el tercer día de persecución, la luciérnaga, ya sin fuerzas, detuvo su vuelo ante la serpiente y le dijo: “¿Puedo hacerte tres preguntas?”.
La serpiente respondió: “No acostumbro conceder deseos a nadie pero, como te voy a devorar, puedes preguntar.”
La luciérnaga comenzó a preguntar: “Entonces dime, ¿Pertenezco a tu cadena alimenticia?”.
“¡No!”, contestó la serpiente.
La luciérnaga entonces dijo: “¿Yo te hice algún mal?”.
“¡No!”, volvió a responder la serpiente.
Y la luciérnaga hizo su última pregunta: “Entonces, ¿Por qué quieres acabar conmigo?”
La serpiente le contestó: “¡Porque no soporto verte brillar!”
MORALEJA: La luciérnaga comprendió el sinsentido de que la serpiente la persiguiese, su brillo provocó la envidia del reptil. Así que lo que tenía que hacer la luciérnaga era volar más alto, fuera de su alcance. En nuestro mundo también podemos encontrarnos con serpientes que intentar chafar nuestras metas. Debemos continuar y volar alto para seguir con nuestra luz y que los que no quieren tener luz no apaguen la nuestra. Tal vez con nuestra luz podamos iluminar sus caminos.