La nariz del camello
Un antiguo relato cuenta que un árabe viajaba con su camello a través del desierto. Cuando los agarró la noche, el hombre levantó su tienda, amarró al camello y se fue a dormir.
Cuando el frío se hizo más intenso, el camello metió su cabeza en la cama: —Maestro —susurró—. ¿Podría meter mi nariz dentro de la cama? Hace mucho frío afuera.
—¡Por supuesto! —respondió el hombre.
Al poco rato el camello nuevamente asomó la cabeza dentro de la cama. —Disculpe, mi amo, pero el frío es ahora más intenso. ¿Podría meter toda la cabeza?
El hombre aceptó a regañadientes. Al poco rato, el camello lo importunó de nuevo.
—Mi amo, si no introduzco mis patas delanteras mañana no podré hacer el viaje.
—Está bien —respondió el hombre de mala gana— ¡Pero no más que eso!
Dice el relato que el camello no molestó más por esa noche. Claro, no había razón para molestar. Cuando amaneció, el animal estaba dentro de la cama, y el hombre estaba afuera.
Algo parecido ocurre en la vida espiritual: «Si le das un dedo al diablo, se agarrará todo el brazo».