Lo que duele madurar
De niños tendemos a creer que todo será más sencillo una vez que seamos adultos. El poder de tomar decisiones propias, nos impulsa a ansiar ese momento con desesperación. Pero conforme vas creciendo, te das cuenta de que con cada decisión viene implicíta una responsabilidad que muchas veces no estás listo para afrontar. Tanto duele tener que madurar. Y es que abres los ojos hacia un sinfín de cosas.
Aprendes a amar de forma sincera y te expones a que te rompan el corazón. Te arriesgas a confiar en personas que pueden apuñalarte por la espalda. Tomas consciencia de que quizá valerte por ti mismo, no va a ser tan fácil como creías porque hay muchos retos en el camino.
Conseguir un trabajo, ganar dinero, tener una bonita casa y formar tu propia familia. Buscar y encontrar a la persona adecuada para hacerlo, antes de que se te haga demasiado tarde. A veces me parece que son muchas presiones para alguien que recién comienza a vivir y quiere hallar su camino en la vida.
Las personas emocionalmente maduras conocen la importancia que tiene vivir en el presente, superando y aceptando lo que sucedió. Lo que pasó, pasó; y, de una forma u otra, tenemos el derecho de aprender de ello y seguir.
La madurez emocional ayuda a alcanzar una conciencia especial de los pensamientos y los sentimientos propios y ajenos.
las personas emocionalmente maduras no se castigan por tener limitaciones, las aceptan y trabajan para mejorarlas. No insisten en que las cosas siempre salen bien, ya que saben que no todo es de color de rosa y que cada golpe puede ser una buena oportunidad para crecer.
Al desarrollar la madurez emocional, la vida se convierte en un placer y no una tarea. En un puente hacia el bienestar interior y exterior.