Los hijos…
Y una mujer que llevaba un niño contra su pecho le preguntó a un maestro: «Háblanos de los hijos». Y él respondió.
Nuestros hijos no son nuestros hijos. Son los hijos y las hijas de los anhelos que la vida tiene de sí misma. Vienen a través de nosotros, más no de nosotros y aunque vivan con nosotros, no nos pertenecen.
Puedes darles tu amor, más no nuestros pensamientos, pues ellos tienen sus propios pensamientos.
Puedes albergar sus cuerpos mas no sus almas. Porque sus almas moran en la casa del mañana.
Puedes esforzarte por ser como ellos, más no intentes hacerlos como tú. Porque la vida no marcha hacia atrás, ni se detiene en el ayer.
Nosotros somos el arco por medio del cual nuestros hijos son disparados como flechas vivas.
El arquero ve el blanco sobre el camino del infinito, y dobla con toda su fuerza a fin de que sus flechas vayan veloces y lejos.
Que el hecho pues de estar doblados en manos del arquero sea para nuestra dicha, por que así como él ama la flecha que dispara, ama también el arco que permanece firme; por eso nosotros tenemos la oportunidad de vivir nuestra vida y la libertad de amar y hacer tu vida.
Deja que tus hijos vuelen solos del nido cuando llegue la hora y no los reclames para que vuelvan, ellos te querrán por siempre y tendrán también su nido del cual algún día ellos solos quedaran, pero fue su nido y su vida, déjalos libres, ámalos con libertad, no apagues el fuego de su hogar, vive y deja vivir y ellos siempre te querrán.