Más allá del Everest
Todos tenemos nuestro propio Everest que escalar; algunos han tenido la suerte de llegar y otros se afanan constantemente por lograrlo, lo más importante es perseverar.
Algún alpinista se diría a si mismo:
“Lentamente volteo hacia abajo, el enorme vacío a mis pies se apodera de mi cuerpo, pero mi mente se aferra a la montaña, tengo frío, mucho frío, el agua helada que el sol ha fundido arriba penetra por los lados robándome el calor que me queda, a punto de caer, y a la vez siento que comienzo a levitar, ¡hipotermia!… ¡despierta!, ¡esta remota pared en el círculo polar ártico y que nadie había escalado no será tu tumba!. Centímetro a centímetro avanzo. Cuando llego a la repisa sé que la cumbre será nuestra.»
El afán de superación del ser humano, ya sea por el espíritu competitivo o por el deseo de superar un reto físico o intelectual, constituye la base para la realización de logros y metas. Es lo que lleva a un atleta al final de la carrera, o a un artista a realizar grandes obras, es el mismo que lleva a un alpinista a la cima de las montañas, y una vez alcanzada la cumbre largo tiempo deseada, es lo que nos lleva a buscar una más alta o más difícil.
En cualquier actividad humana, existen personas que se atreven a intentar realizar sus más ambiciosos anhelos. La pregunta surgía una y otra vez ¿cómo poder llegar a la cumbre? Con intensa dedicación, aprendiendo a lo largo del arduo camino, con determinación, pero sobre todo con mucho cariño a lo que realizamos.
Todos tenemos nuestro propio EVEREST o muchos de ellos que escalar, algunos llegan más pronto que otros, algunos se afanan constantemente por lograrlo, sin embargo, creo que lo más importante es perseverar.