¡Por qué seguir en el suelo!
«Todos caemos —escribió Paul Hanty— pero aquellos a quienes la historia llama triunfadores no permanecieron en el suelo cuando cayeron».
Tiene razón Harvey. Todavía no he leído una biografía de un héroe o heroína que nunca haya experimentado fracasos en la vida. Por el contrario, parece ser que las circunstancias adversas que enfrentaron les «templaron» el carácter, como lo ilustra la historia de James.
Desde temprana edad, James tuvo que trabajar para poder ayudar a su madre, que era viuda. Siendo todavía muy joven, encontró trabajo en la finca de un próspero granjero, el Sr. Taylor. Sucedió que durante su estadía en la finca, Jaime se enamoró de la hija del Sr. Taylor.
—Estoy enamorado de su hija —dijo James— y quisiera tener su permiso para visitarla. Voy a trabajar duro para poder casarme con ella. —¿Qué puedes ofrecerle tú a mi hija? —replicó el Sr. Taylor—. No posees dinero, ni reputación ni futuro. Tengo mejores planes para ella. Humillado por el desplante, James recogió sus pertenencias y se marchó.
Transcurrieron los años. Un día el Sr. Taylor decidió derribar el viejo galpón donde James había dormido mientras trabajaba para él. Su sorpresa fue grande cuando vio que en una de las vigas estaba escrito el nombre «james A. Garfieldn. «james A. Garfield?», se preguntó el Sr. Taylor, mudo de asombro. James A. Garfield era en ese momento el presidente de los Estados Unidos! ¡Pensar que su hija habría podido llegar a ser la primera dama del país!
¿En qué se equivocó el Sr. Taylor? Bueno, no se equivocó al decir que James era un pobretón en aquel momento. Pero se equivocó al pensar que siempre lo sería.