Somos las historias que nos contamos
Nuestra vida se configura por una sucesión de momentos marcados por vivencias y personas. Algunos de ellos nos influyen de forma determinante, mientras que otros pasan desapercibidos; aunque también están esos que dejan su huella de forma silenciosa sin que seamos conscientes de ellos…
Son historias, capítulos de nuestra trayectoria, como el día que conseguimos aquello que nos propusimos y por lo que tanto luchamos, nuestro primer amor, aquella reunión familiar que tanto disfrutamos o el nacimiento de nuestros hijos. Sin embargo, no solo la felicidad deja su rastro, también el dolor, la decepción o la tristeza, como cuando tuvimos que decir adiós a quien aún queríamos, traicionaron nuestra confianza o una persona no se comportó como esperábamos.
De alguna u otra forma, todo lo que vivimos nos afecta y matiza nuestra forma de ver el mundo, que no es otra cosa que nuestra forma de construir la realidad, esa en la que el lenguaje tiene uno de los papeles principales junto a la experiencia emocional. Profundicemos.
Lo que nos contamos…
Un gran número de las experiencias que vivimos quedan ancladas en nuestra mente a modo de recuerdo, sobre todo, aquellas que más nos impactaron a nivel emocional. Y es a través de los relatos como las describimos.
Se trata de historias que creamos a medida que las contamos a partir de aquello que recordamos e interpretamos, en las que nosotros y, en algunas ocasiones, algunas personas más somos los protagonistas.
Por lo tanto, es importante que lo tengamos presente, ya que en ocasiones las historias que nos contamos no son tan reales como pensamos y puede que lo que nos genere tanto sufrimiento no sea lo que ha sucedido, sino lo que nos hemos imaginado y posteriormente narrado a nosotros mismos.
¡Somos unos hábiles cuentacuentos! ¿Lo había pensado?
Suele haber mucho de ficción en las historias que nos contamos.
Comprender en lugar de juzgar: una poderosa herramienta
Si tenemos en cuenta que a todo lo que sucede a nuestro alrededor, le damos ese toque narrativo, a pesar de que no tengamos toda la información, la pregunta es: ¿por qué pensamos que siempre tenemos la razón?
¿No será mejor dejar un espacio para la duda, para barajar otras opciones y posibilidades? Lo cierto es que sí. Ahora bien, esto no quiere decir que nos escudemos de forma permanente en la inseguridad, ya que de este modo no avanzaríamos, pero sí contar con la posibilidad de equivocarnos, sobre todo ante los conflictos.
Y aunque no está mal cuidarse, establecer límites y ponerse como prioridad, también es recomendable ser humildes, saber que existen más personas con heridas y con otros puntos de vista a nuestra alrededor y reconocer la gran inventiva que tenemos a través de nuestro pensamiento.
Por lo tanto, mucho cuidado con las historias que nos contamos, tanto con las felices como con las trágicas. Somos grandes expertos en contarnos cuentos…