Son muchos los que se pronuncian a favor o en contra del uso de dióxido de cloro como tratamiento para el COVID-19. La parte oficial, las autoridades del Sector Salud locales y mundiales, señalan que el dióxido de cloro no es para su consumo, y tampoco tiene beneficios de frente al COVID.

A un año del inicio de la pandemia, aún no se ha aprobado ningún medicamento para la prevención o tratamiento específico del virus, aunque ya se habla de adelantos importantes en la generación de una vacuna.

Incluso, se ha dado a conocer que en diciembre comenzará a aplicarse en diversos países, a manera de prueba. Esto representa un gran avance para ir contra la enfermedad.

Es mucha la incertidumbre por cómo hacer frente al virus. Y entre tantas recomendaciones y alertas, se encuentra precisamente el uso del dióxido de cloro.

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Muchos actores han solicitado que se pruebe el dióxido de cloro en pacientes contagiados. Sin embargo, especialistas coinciden que no es posible porque este producto no fue concebido como un fármaco, sino como un desinfectante.

Por lo tanto, no ha superado las fases previas de investigación científica, ni ha demostrado un mecanismo de acción coherente contra el nuevo coronavirus.

Lo que sí se ha evaluado es su toxicidad en animales, por ejemplo con las ratas. Para analizar y advertir los posibles daños que generaría su consumo en altas concentraciones, teniendo en cuenta su aplicación en plantas de tratamiento de agua potable.

Estudios revelan que el compuesto químico es potencialmente tóxico. Así lo destaca Alfonso Zavaleta Martínez-Vargas; especialista en farmacología y docente de la Universidad Peruana Cayetano Heredia.

“Llevar el dióxido de cloro a una investigación con seres humanos tiene restricciones éticas. No se puede tomar a un grupo de pacientes, darles dióxido de cloro y ver si se mueren o les pasa algo. En Estados Unidos, en los años ‘80 se demostró que es un compuesto tóxico”.