Cuando piensas en sexo y tus fantasías te imaginas el cuerpo desnudo de quien te gusta, más que nada de sus genitales, de cómo se acerca a ti y la penetración comienza, concentras tu mente en la sensación de la fricción entre cuerpos, pero la sexualidad es mucho más que eso.

¿Cuándo empezaste a ver porno? ¿A los 12, 13, 15 años? Incluso hay quienes tienen su despertar sexual desde los 8 años y con el acceso a internet es muy sencillo ver contenido explicito, aunque no es lo mejor.

Tan solo piensa en cómo eran tus fantasías antes de ver videos para adultos. No eran el «qué tan grande la tendrá», «cómo se moverá», te excitaba tan solo pensar en el roce de su piel con la tuya, una caricia.

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El porno alimenta una idea errónea de lo que es el acto. Su objetivo es solo mostrar una penetración intensa, como si fuera la única manera de sentir placer, incluso el sexo oral es presentado con rapidez y eyaculaciones excesivas.

Es decir, todo presenta una exageración del sexo, cuando la intimidad puede comenzar desde lo más sencillo: una mirada, un beso, una tomada de cintura.

El porno no solo daña nuestras fantasías sexuales, sino la manera de percibir el placer. El cerebro reduce su actividad en los centros de recompensa. Cuanta más cantidad de pornografía se ve, menos actividad, según concluyó un estudio publicado en Archives of General Psychiatry. Esto hace que el cerebro necesite de más dopamina para sentir el mismo efecto. Nos ofrece una razón de peso para volver a ver más pornografía.

Por lo tanto, se vuelve una adicción que solo subirá expectativas y aleja de la realidad, le quita la emoción a ese beso en el cuello que te eriza la piel por solo pensar en «tengo que durar mucho».