«Mi amor, mira cómo me pones», «me pusiste tan caliente», «ábreme las piernas y méteme tu…». Todas estas frases pueden sonar demasiado procaces si estás en pijama tomándote un té mientras lees este artículo (en ese caso, una disculpa), pero utilizadas con tino en la intimidad con tu pareja pueden provocarles orgasmos dignos de dioses ¿griegos?
Bueno, sabes a lo que me refiero. En este artículo te invito a analizar conmigo por qué es tan excitante escuchar a alguien hablando sucio y cómo lograr que tus palabras se vuelvan chispas que provoquen incendios.
Seguramente has escuchado que el órgano sexual más poderoso es el cerebro porque es donde surge la libido. Pues es verdad. En el sexo estamos acostumbrados a estimular el tacto y la vista. Pero un buen amante siempre está atento a los suspiros, gemidos, gritos y susurros de su pareja. Éstos, junto con las palabras, son procesados por la parte del cerebro conectada con el sentido del oído (el lóbulo temporal, frontal y occipital).
El oído es un sentido muy poderoso en la interacción cuerpo a cuerpo: así como bailamos al ritmo de una canción que nos gusta, lo hacemos al oír las reacciones de nuestro compañero.
Si lo que te gusta es hacerte la sumisa mientras tu pareja “abusa” de ti, la explicación está en la amígdala, una zona cerebral que también se activa cuando sentimos miedo, y que está muy relacionada con la excitación y el placer. Piensa en la emoción que sientes cuando ves una película de terror: sabes que la amenaza no es real porque está en la pantalla pero la adrenalina corre. Lo mismo sucede en los juegos sexuales: quizá sea excitante para ti que te diga prostituta en la cama, aunque sería insultante si te llamaran así para pedirte que les pases el cereal durante el desayuno. Y así, se abren posibilidades que pueden traerte mucho placer. ¿Seguimos?