Cada 26 de julio, la Iglesia Católica celebra a dos figuras fundamentales en la historia de la fe: San Joaquín y Santa Ana. Estos santos son conocidos por ser los padres de la Santísima Virgen María y, por ende, los abuelos del Señor Jesús.

A través de ellos, la iglesia católica nos invita a reflexionar sobre la importancia de la familia, en especial de la ‘familia grande’ que incluye a los abuelos, tíos, primos y demás miembros que nos preceden y nos rodean. El Papa Francisco ha destacado en diversas ocasiones la relevancia de los abuelos en la transmisión de valores, experiencias y sabiduría a las generaciones más jóvenes.

Joaquín y Ana, reconocidos como los santos patronos de los abuelos, fueron modelos de fe y confianza en las promesas de Dios. Ambos desempeñaron un papel fundamental en la educación de la Virgen María, inculcándole la fe del Pueblo de Israel y preparándola para su misión única en la historia de la salvación.

A través de la crianza y la presencia amorosa de Joaquín y Ana, María se unió al pueblo elegido que esperaba la llegada del Mesías. Su dedicación y enseñanzas moldearon el corazón de la Madre de Jesús, preparándola para ser el instrumento perfecto en el plan divino de redención.

¿Qué les puedes pedir a santa Ana y san Joaquín?

San Joaquín y Santa Ana son intermediaros para pedir por el bienestar de la familia: por los hijos, por los yernos, por los nietos, e incluso por los abuelos que no han visto a sus nietos.  La tradición católica dicta que las peticiones por el bienestar de la familia puedes realizarse a través de una oración, y por supuesto, con mucha fe y amor.

Insigne y glorioso patriarca San Joaquín y bondadosísima Santa Ana, ¡cuánto es mi gozo al considerar que fueron escogidos entre todos los santos de Dios para dar cumplimiento divino y enriquecer al mundo con la gran Madre de Dios, María Santísima! Por tan singular privilegio, han llegado a tener la mayor influencia sobre ambos, Madre e Hijo, para conseguirnos las gracias que más necesitamos.

Con gran confianza recurro a su protección poderosa y les encomiendo todas mis necesidades espirituales y materiales y las de mi familia. Especialmente la gracia particular que confío a su solicitud y vivamente deseo obtener por su intercesión.

Como ustedes fueron ejemplo perfecto de vida interior, obténgame el don de la más sincera oración. Que yo nunca ponga mi corazón en los bienes pasajeros de esta vida.

Denme vivo y constante amor a Jesús y a María. Obténganme también una devoción sincera y obediencia a la Santa Iglesia y al Papa que la gobierna para que yo viva y muera con fe, esperanza y perfecta caridad.

Que yo siempre invoque los santos Nombres de Jesús y de María, y así me salve.

Amén

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