El investigador del Centro Universitario de la Costa (CUCSur) doctor Juan Pablo Esparza Carlos, en una investigación que llevó a cabo de 2017 a 2023, descubrió el efecto de los incendios en la comunidad de mamíferos medianos y grandes en bosques subtropicales; en particular, un incendio en la Sierra de Manantlán que arrasó 18 mil 300 hectáreas.
“Como ya monitoreamos con cámaras trampa antes del incendio, y una vez controlado el incendio, que duró 52 días, colocamos cámaras para ver qué pasaba, a fin de tener un antes y un después”, explicó Esparza Carlos. Además de monitorear el área siniestrada, dispusieron también cámaras en un área anexa sin daño, para comparar la actividad de los felinos a través de más de 100 registros durante cinco años.
“Observamos cuánto se recuperaba la fauna y evaluamos que están peor que al principio: en el primer año no se veía muy claro, al parecer al venado no le afectaba el incendio aunque, al jaguar sí le afectó, porque no se apareció durante más de tres meses en la zona quemada, sino hasta diez meses después; y tras cinco años, prácticamente no usan la zona incenciada”, detalló el experto en felinos.
Uno de los factores de afectación es la incertidumbre de la disponibilidad de alimento en zonas quemadas, por lo cual los efectos son más fuertes a largo plazo, porque se desconoce la reacción de la fauna ante la falta del territorio donde solían alimentarse.
“El jaguar y el puma necesitan esconderse para atrapar a sus presas, y aunque hubiera venados ni siquisiera se acercan para atraparlo, pues la presa lo puede observar a lo lejos y huye”, dijo Esparza Carlos.
En el proyecto “Plaguicidas (xenobióticos) en felinos de la Sierra de Manantlán”, ejecutado de 2019 a 2023, encontraron presencia de contaminantes en el agua de lluvia y arroyos en las montañas.
Junto con el equipo de trabajo recolectaron muestras de excremento, aunque sin muchas expectativas, pues consideraban que los felinos, como el puma y el jaguar, podrían absorber los tóxicos de presas en zonas de cultivo que frecuentaban poco, a diferencia de felinos más pequeños como el tigrillo.
“Y nuestra sorpresa fue que todos, grandes y pequeños, tenían pesticidas y plaguicidasque se dispersan cuando la gente está fumigando”, detalló. Sin embargo, consideraron que muchos pesticidas vuelan con las corrientes de aire hasta la montaña que, al enfriarse, se precipita con la lluvia en zonas más altas.
“A mayor altitud los felinos tenían más concentración de plaguicidas. Como sospechamos del agua que bebían, tomamos muestras de arroyos y de agua de lluvia. La sorpresa fue que en la lluvia teníamos glifosato y contaminantes. Hasta allá llega el aspecto humano”, dijo.
Esparza Carlos también se dedica a la conservación de los felinos a través de talleres con ganaderos para prevenir la desaparición del jaguar en México, cuyas causas son la destrucción de su hábitat, represalias por pérdida de ganado, la cacería por oportunidad y porque cazan a las presas de los cazadores.
El profesor investigador del CUCSur advirtió que de los jaguares y pumas no hay evidencia suficiente sobre ataques a humanos, sólo cuatro casos, incidencia que causa temor de las personas, aunque el contexto de ataque es el acercamiento descuidado de las personas.