En un contexto donde la jerarquía de la Iglesia católica se mantiene en posiciones conservadoras, un grupo de católicas lucha por una institución que evolucione de acuerdo a los tiempos que corren.

Católicas por el Derecho a Decidir (CDD), una organización civil con 30 años de trabajo a favor de los derechos sexuales y reproductivos de todas las personas, se ha enfrentado a la resistencia de arzobispos y obispos en su búsqueda por una Iglesia más inclusiva y en sintonía con la sociedad actual.

Aidé García, directora de CDD, ha sido una voz activa en la lucha por la emancipación de la Iglesia de la influencia política y en la defensa de los derechos de las mujeres a decidir sobre su cuerpo.

En una reciente entrevista, García destacó la importancia de cuestionar las enseñanzas morales de la Iglesia para impulsar un cambio real en su estructura. Desde la perspectiva de CDD, la Iglesia católica no ha evolucionado lo suficiente para adaptarse a los nuevos tiempos, pero la feligresía ha ido avanzando en esa dirección.

Uno de los grandes logros de CDD y otras organizaciones ha sido la lucha por la despenalización del aborto en México, un tema que ha sido centro de debate en la sociedad y en el ámbito político.

Después de años de retrocesos en la legislación de varios estados, el panorama comenzó a cambiar a partir de 2019 con reformas que han permitido la interrupción legal del embarazo en hasta 14 estados.

El siguiente paso en esta lucha es la eliminación del delito de aborto en los códigos penales, un avance que podría sentar un precedente para el resto del país. Para Aidé García, la clave está en alcanzar no solo cambios legislativos, sino también un cambio social que garantice el respeto pleno de los derechos de todas las personas, especialmente en el acceso a servicios de salud sin impedimentos morales.

A pesar de los obstáculos y resistencias, las católicas de CDD continúan su lucha por una Iglesia más inclusiva y en sintonía con la sociedad actual. La evolución de la institución religiosa es un desafío urgente en un mundo en constante cambio, y la voz de estas mujeres está llamada a ser un motor de transformación en busca de una Iglesia que refleje los valores y necesidades del siglo XXI.

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